Mil primaveras

Jorge Lamas Dono
Jorge Lamas EL ÁTICO

VIGO

19 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Dicen algunos ahí afuera que el invierno llegó a la ciudad. Añaden que es un invierno marcado por las borrascas estacionarias que solo buscan atenazar con un frío espectral al crítico, aunque también tentándolo con el agradable calor del pesebre. Y no son pocos quienes han sucumbido a esa tentación, y con orgullo recuerdan a quienes ven invierno por todas partes que la presión isobárica no es tan fuerte, al tiempo que señalan la desbordante decoración urbana.

Quizá ahí esté la clave de las distintas visiones del actual parte meteorológico de este reino. Si el arte o la cultura, en general, se limita a ser solo un objeto decorativo, está renunciando a proponer visiones críticas con el pensamiento único. Para algunos eso es correcto, y se vanaglorian de la línea, el volumen y el color. Sin embargo, hay otros que creen que el ser humano es retorcido, y no siempre se resiste a morder la mano de quien le da de comer. Sobre todo, cuando la mano solo quiere exhibirles como un trofeo domesticado.

Desde ese punto de vista sí que el invierno llegó hace años a la ciudad y no tiene visos de moverse. Claro que la resistencia siempre es capaz de dar golpes audaces, como el protagonizado por unos desconocidos en la fachada del Marco. Ese espacio tiene que seguir siendo el punto de referencia para la capacidad crítica del arte. Sea quien sea su director, pase lo que pase, en el Marco tiene que residir permanentemente la primavera. Para eso también quienes señalan las actuales nieves deben renunciar al calor oficial. Aunque sea un tópico, vienen bien ahora las «mil primaveras máis» que deseó Cunqueiro.