La perdiz del transporte

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

El servicio metropolitano puede suponer la reducción de 200.000 toneladas anuales de CO2 a la atmósfera

18 ene 2015 . Actualizado a las 15:36 h.

Pues será casualidad, o será «efecto municipales» pero tras años mareando la perdiz ya tenemos, o al menos tienen los concellos de nuestro entorno, un principio de acuerdo para el transporte metropolitano. Como aquí estamos para lo que estamos, permitan que aportemos, además de las ventajas ya comentadas en cuanto a ahorros económicos para las personas usuarias, lo que implica a efectos ambientales contar con una red eficaz de transporte metropolitano.

Para empezar, podría suponer la reducción de 200.000 toneladas anuales de CO2 emitidas a la atmósfera y reducir 10.500 millones de litros de aguas contaminadas vertidas a la ría por lixiviación de las partículas del tráfico, y, además, evitar en un 25% llegar a los máximos anuales permitidos por la OMS sobre calidad del aire que en Vigo suelen rozar el 60%. Pero para ello solo hace falta que el motor del asunto, Vigo, se sume a ese transporte colectivo. Mal empezamos si, a diferencia de los trece concellos que firmaron el acuerdo, en Vigo discriminamos a los usuarios en función de su empadronamiento. Es un criterio discutible, pero en parte razonable: que las inversiones en transporte urbano que aporta el Concello de Vigo se destinen exclusivamente a las personas censadas en la ciudad. Como suele suceder, la parte razonable del argumento se desmonta por la incoherencia. El Concello destina, de los impuestos de vigueses y viguesas, un dineral para subvencionar vuelos desde Peinador, y cualquier persona, aunque esté censada en Kazajistán, disfruta cuando embarca en nuestro aeropuerto de esa subvención que pagamos los vigueses. No deja de ser sintomático que para sacar un abono de avión resulte indiferente tu empadronamiento, pero para obtener un bono bus de Vitrasa se exija acreditar pureza de sangre viguesa.

El segundo argumento también es discutible: Vigo no puede aceptar el compromiso de pagar a la Xunta por el transporte metropolitano una cantidad que no se especifica previamente. De nuevo el argumento se desmonta por la incoherencia: Vigo sí firma con la Xunta compromisos de pago en los que no se especifica la cantidad final a ingresar. El servicio de basuras con SOGAMA, por ejemplo. El coste varía en función de los residuos que se producen (más residuos, más dinero, menos residuos, menos dinero). La cosa parece lógica. No se trata de firmar un cheque en blanco, sino de que a priori se puede hacer una estimación razonable, pero es imposible saber exactamente cuantas personas van a utilizar ese transporte y, por tanto, es imposible fijar una cantidad concreta.

No es tan difícil hacer la estimación, pues existen datos suficientes, lo que nos lleva a plantear que la cantidad propuesta por la Xunta de unos 250.000 euros se quedaría corta si realmente se apuesta no solo por desarrollar el plan de transporte metropolitano, sino por potenciar su uso. Lo deseable, aunque suene mal, sería que, tanto Xunta como Concello, aportasen mucho, porque eso significaría que mucha gente utilizaría el transporte colectivo, y eso es lo deseable.

Y es que aquí está el centro de la discusión, el motivo por el que utilizamos el transporte colectivo. Una encuesta de Vitrasa realizada en el año 2011 refleja la contundente realidad: el 70% de las personas utilizan el autobús porque no les queda más remedio, simplemente porque no tienen coche. Esa es la filosofía de fondo que debemos cambiar. Como bien apunta la organización ecologista Verdegaia, la mayoría de la ciudadanía viguesa desconoce que para desplazarse en transporte colectivo, por ejemplo entre Vigo y O Porriño, dispone de 62 conexiones diarias, y 59 entre Vigo y Pontevedra ¿Porqué seguimos utilizando entonces mayoritariamente el vehículo privado? Porque nuestra percepción es que el bus (o el tren o el barco) son lentos, caros e incómodos.

El transporte metropolitano debe plantearse como una alternativa ágil, cómoda, barata y ecológica que no sea un complemento al vehículo privado, sino que contribuya activamente a reducir el uso de vehículos privados. En el fondo, aunque a veces no lo parezca, actuamos con sensatez, por eso si nuestra percepción cambia, si utilizar nuestro vehículo privado nos supone más inconvenientes que ventajas, usaremos el transporte colectivo. Vigo debería desbloquear la actual situación, aunque solo fuera porque será una de las grandes beneficiadas como cabecera de transporte metropolitano.

Por otra parte siempre fuimos una ciudad solidaria, no deberíamos discriminar por su lugar de residencia a las personas de otros concellos que utilicen nuestro transporte público que son además, mayoritariamente, pertenecientes a esa clase trabajadora que teóricamente debería cuidar especialmente un gobierno que se autodenomina socialista.

Pero además, entre otras cosas, la movilidad sostenible es uno de los objetivos centrales de las smart cities, de las ciudades por el clima, de la agenda 21, y de tantos otros programas en los que, al menos en teoría, nuestra ciudad está integrada. Pero este principio filosófico del alcalde consistente en «con Vigo que no cuenten, pero a Vigo que no la excluyan» no facilita precisamente el diálogo.

En el otro lado encontramos una Xunta que plantea más autopistas y autovías, más AVE, más tráfico aéreo. Poco creíble su apuesta por una movilidad sostenible cuando sus hechos y sus infraestructuras acreditan su defensa de lo contrario.

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