Rivales que no comparecen

VIGO

30 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Encontramos analogías entre el localismo de Abel Caballero y el soberanismo de Artur Mas. Esa exaltación de los sentimientos para combatir al enemigo externo, sea la Xunta o el Gobierno central, que le roba al pueblo lo que es suyo. Envolverse en la bandera en tiempos de crisis es una magnífica estrategia de cara a la batalla política. Da excelentes resultados, sobre todo si el rival no comparece. Y ahí es donde descubrimos también analogías entre Feijoo y Rajoy. El presidente de Galicia ha estado ausente en Vigo y ha dejado a los suyos asomarse al precipicio con un rumbo errático, nefasto. Es una combinación explosiva que recuerda el cóctel que sale del silencio del presidente de España y la palabra de Alicia Sánchez-Camacho.

El alcalde de Vigo no ha tenido que construir nada para subir en intención de voto, salvo cientos de nuevas aceras a base del hormigón de la empresa de su imputado concejal Ángel Rivas. Ni el monolito de Nouvel, ni el Ayuntamiento de Moneo, ni el World Trade Center de Beiramar, ni la biblioteca que estaba dispuesto a pagar el Gobierno central cuando gobernaba el PSOE, ni la ampliación de Rande... De momento no va a pasar a la historia por impulsar ni una sola infraestructura importante para la ciudad. Lo que mejor ha hecho es destruir. Ahí reside su mayor virtud. Ha sabido aniquilar a sus oponentes. Dejó al Bloque sin legitimidad para criticarlo después de que le regalase el bastón de mando y le dio el abrazo del oso al PP, que le aprobó los presupuestos después de tres años intentando convencer a los vigueses de que el socialista era el mismo demonio.

Que nadie se engañe: Caballero no va a ganar las elecciones porque despierte entusiasmo. Sube y repetirá como alcalde porque, cuando el personal mira a izquierda y a derecha, no encuentra nada. Y como no hay nada, todo es terreno abonado para la propaganda pagada con fondos públicos y las manifestaciones populistas. Eso es todo. Por lo demás, la ciudad sigue sufriendo un paro escandaloso y no se observan proyectos ilusionantes para combatirlo. Solo resta ejercer el derecho a decidir en seis meses. Eso es sagrado.