El Vigo de Peret

VIGO

Peret introdujo el nombre de Vigo en su canción más famosa porque «es una palabra bonita».
Peret introdujo el nombre de Vigo en su canción más famosa porque «es una palabra bonita».

El padre de la rumba catalana retrató a un emigrante vigués en su canción «Borriquito como tú»

31 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

E l pasado viernes, en Mataró, sonó en un funeral No estaba muerto, que estaba de parranda. Era el de Pere Pubill Calaf, un nombre y dos apellidos que no nos dirían nada si no fuesen asociados a un apodo casi universal: Peret. El padre de la rumba catalana falleció esta semana y dejó huérfanas a varias generaciones de la música. Algo reservado a los más grandes.

En 1971, Peret llevó la rumba a dar la vuelta al mundo. Su tema Borriquito fue número uno en Suecia, Holanda y Alemania, en este último país durante siete semanas consecutivas. Aquella música jovial y llena de ritmo se convirtió en un éxito en pleno boom del turismo europeo en el Levante. «De la letra no entendían nada; como mucho el tururú», bromeaba el artista, «pero a los nórdicos les sonaba a fiesta y les encantaba».

La frase corresponde a una entrevista que le hice hace ahora dos años, en julio de 2012, después de que un día cualquiera de verano escuchase yo por la radio, por enésima vez, su Borriquito. Habría oído mil veces esta canción, pero aquella mañana me quedé tonto con una estrofa previa al estribillo: «Canto al mundo entero. / Y con este acento / Parezco extranjero / Pero soy de Vigo / Me hago llamar Peter / Y mi nombre es Pedro». En el estribillo, el protagonista reconoce que, mucho cantar en inglés, pero él es «borriquito como tú, tururú, que no sabes ni la ú».

Su personaje «vigués» quería significar que era ridículo, en la España de aquella época, hacerse el extranjero para triunfar. Que no hace falta poner acento inglés para ser alguien en la música. Por más que su protagonista se hiciese llamar Peter para que nadie supiese que era Pedro y nacido de Vigo.

A mí me pasa un poco lo que a Manquiña en la película Lena, cuando proclama: «Vigo, Vigo, Vigo... ¡Hasta el nombre es bonito!» Y, como un resorte (hoy habría que decir algo menos mecánico y más informático, en plan «como una ventana emergente»), salté yo a buscar el origen de esta mención de Vigo en un tema que había dado la vuelta al mundo.

Violé algunos usos del periodismo más actual, que utiliza la mayor capacidad de la historia para relacionarse con las fuentes para no relacionarse con las fuentes de ninguna forma. Mucho menos presencial, no vaya a ser que se nos pegue algo. O que obtengamos de un gesto o de un matiz alguna aportación que desmerezca la posición preconcebida por nuestro medio.

Así que decidí contactar directamente con el representante del artista. Y, tras algunos días de negociaciones, me lo puso al teléfono para una entrevista. Hubiera preferido hablar con él personalmente, pero mis emolumentos me impiden los viajes ocasionales a Barcelona. Si Peret estuviese en Vigo, yo habría ido a verlo en persona. Así son mis ocurrencias, que el amable lector, y el vigente parnaso periodístico, sabrán perdonarme.

Peret explicó por qué su personaje de Pedro, en Borriquito, era vigués. Lo fue porque los vigueses son gallegos, y el artista había comprendido que somos un pueblo que te puedes encontrar en todas partes: «Yo amo a los gallegos; los he conocido sobre todo fuera, en Suiza, en Alemania, en América... los he visto llorar cuando cantaba, he visto la emoción de aquellos emigrantes y, al escribir esa letra, me quise hacer gallego y vigués».

¿Quién dijo que sea fea?

«¿Quién dice que sea una ciudad fea? Vigo es preciosa, con esa ría que es una maravilla», exclamaba ofendido. «Yo conocía Vigo, porque hice allí varias galas y me trataron muy bien». Además, aseguraba que, «soy de Vigo» fue una frase que escribió porque «no me rimaba en la canción, pero eso de Vigo es que siempre suena bien». Peret insistía: «En Borriquito podría haber dicho Vigo, como Zaragoza; la verdad es que ni siquiera rimaba, porque Vigo rima mal, pero es que suena muy bien; es una palabra bonita; ¿a vosotros no os lo parece?».

Su canción «viguesa» era una de sus preferidas: «Me abrió las puertas internacionales, porque la cantaba todo el mundo, en Alemania, en Suecia, en Holanda, en Finlandia...». Tanto éxito tuvo el Borriquito que, en el Festival de Eurovisión de 1974, donde concurrió con Canta y sé feliz, los suecos de Abba estaban convencidos de que ganaba Peret. Porque en su país sonaban más sus rumbas que aquel Waterloo que estaba predestinado a triunfar, ya que el certamen se celebró en Brighton y los ingleses escuchan ese nombre, el victorioso Waterloo, y se entusiasman.

«Reconozco que la canción de Abba era mejor», afirmaba Peret con modestia, aunque también creía que padeció el boicot internacional: «Yo no quería ir al festival; llegaron a decirme que, si no había hecho el servicio militar, ir a Eurovisión iba a ser mi mili y que tenía que ir», recordaba el cantante catalán. El problema es que, unas semanas antes, la dictadura había ejecutado a garrote vil al anarquista Salvador Puig Antich. Y había movilizaciones en toda Europa contra el regimen franquismo. «No era el mejor momento para ir por ahí representando a España», ironizaba el cantante y compositor de Mataró.

El resto de su carrera es bien conocido. Llegaron luego otros hits, como Saboreando. Hasta que, en 1982, decidió retirarse de la vida pública y dedicarse a la vida pastoral en la Iglesia Evangélica. Su regreso a los escenarios, en 1992, convirtió su tema Gitana hechicera, dedicado a Barcelona, en uno de los éxitos de los Juegos Olímpicos. «Espero acercarme por Vigo a cantaros el Borriquito», me dijo Peret hace dos años. Ya no será posible. No porque esté muerto. Sino porque, por los cielos de sus creencias, las parrandas duran una eternidad.