En vano se envía un brulote en llamas que explota al costado del Torbay. Unos luchan cuerpo a cuerpo, mientras la metralla barre las cubiertas. Otros ya sólo piensan en huir, a nado o en chalupas. Es entonces cuando Chateau-Renault da la orden de quemar las naves. Todos los barcos son apresados, hundidos o incendiados. Durante horas, el mar en llamas es el último testimonio de la batalla de Rande.
Algunas crónicas de la época, como la de un religioso de Redondela, narran que esa madrugada la luz que generaba la ría de Vigo en llamas permitía «leer un libro como si fuese de día». Fue «el horror», con permiso del corazón de las tinieblas. Y sucedió aquí mismo, hace poco más de dos siglos. Contarlo, venderlo, reivindicarlo es una obligación de una ciudad que, en realidad, salvo escasas excepciones, sólo se ha esforzado en olvidarlo.