Diseños con viento en popa

b.r.sotelino VIGO

VIGO

El ex regatista dirige con su cuñado una prestigiosa empresa de arquitectura textil

14 mar 2011 . Actualizado a las 12:18 h.

José María Lastra es un hombre reconvertido. Por decisión propia, abandonó su brillante carrera como navegante y más tarde, diseñador de velas (hasta para el buque Juan Sebastián Elcano), para convertirse en uno de los mayores expertos internacionales en arquitectura textil con formación autodidacta. «Aquí no hay escuela, aprendes en el día a día, y siguen apareciendo cosas raras que no sabes cómo atacar. Pero los que anduvimos en la mar tenemos costumbre de resolver problemas sobre la marcha», relata. Para ello embarcó en la dúctil empresa a su cuñado, Nacho Zorrilla. «Cuando aquello empezó a tomar cuerpo tuve que elegir. Tenía 45 años y estaba un poco harto de los barcos. En aquel momento necesitaba que me echasen una mano. Yo solo no podía, y le tenía muy a mano», cuenta. Así nació Lastra y Zorrilla, la apuesta de un hombre que pasó parte de su vida navegando por medio mundo.

Niemeyer y la T4

Las velas fueron su primera fuente de inspiración, iniciándose con encargos circunstanciales que le llegaban, pero su progresión les ha llevado a ejecutar trabajos en instalaciones tan destacadas como los difusores de luz de la T4 del Aeropuerto de Barajas o la cúpula del Centro Cultural Niemeyer de Avilés. «Nuestra primera obra fue en 1996, en la Plaza de Toros de Pontevedra. Fue un gran salto», recuerda. Tras esta emblemática intervención para la cubierta del coso pontevedrés, que destaca en su despacho enmarcado en un dibujo pintado por su hermano, Moncho, empezaron a multiplicarse los pedidos de empresas y consultas de los arquitectos, que generan los proyectos que luego ellos ponen en marcha en colaboración con ingenieros y constructores.

Cuando empezaron, la arquitectura textil era un mercado incipiente en España. «Ahora ya tiene más cuerpo, pero seguimos siendo pocos y en muchos aspectos, seguimos siendo únicos. Vamos abriendo camino», aseguran. Como recuerda Nacho, «fuimos los primeros en trabajar materiales como el ETFE o fibras de vidrio y silicona... y aún no se encuentra mucha gente aquí que haga esto».

José María y Nacho forman un tándem muy bien ensamblado que funciona de forma independiente. De hecho, Lastra trabaja desde su despacho en la torre de Toralla, y Zorrilla realiza sus gestiones desde su otra oficina, en Marqués de Valladares. Pero hay mucho más, porque su labor no acaba tras dibujar en papel sus diseños, ni tras poner en orden las cuentas. La empresa construye en origen sus trabajos. Cuando empezaron tenían su taller en Sárdoma y actualmente, en Vilanova de Cerveira, en Portugal. Tras la fabricación de las piezas, telares y cableados, se envían a los lugares donde serán colocados, de lo que también se encargan ellos mismos. Y los destinos son de lo más variados: delfinarios en Canarias y Valencia, la bandera de España la plaza de Colón en Madrid, intervenciones en la Casa da Música de Oporto para Rem Koolhaas, cubiertas de párkings en España y Portugal, varios restaurantes, la plaza de Toros de Zaragoza, el Hospital de Vallecas, la Expo de Zaragoza, barcos de Balearia, proyectos en Cabo Verde, la anémona de Matosinhos, de la escultora norteamericana Janet Echelman o el Auditorium de Plasencia y el Colegio de Arquitectos de Madrid, en los que trabajan ahora mismo.

Lastra sigue rodeado del mar que otea desde su oficina, pero ha dejado atrás su pasado como regatista. «Murió. Ya no tengo ni barco. Solo navego una semana al año con mi hermano. Me cansé de regatear en los despachos», asegura, desencantado de un mundo que transformó la aventura en un negocio en el que pasaba demasiado tiempo bregando en los despachos para conseguir patrocinios. Ahora su pasión es la fotografía. Su cuñado tampoco es amigo de la navegación. Nunca lo fue. «Lo suyo es el tenis», informa José María.

Lastra se ocupa del diseño creativo y la ejecución técnica, y Zorrilla se encarga de la gerencia y el día a día de la empresa. José María dejó la navegación y su «barco» está ahora en su oficina.