A los vigueses les faltó darle pausa al partido con el marcador a favor y más profundidad en el primer tiempo
11 oct 2009 . Actualizado a las 12:33 h.Balaídos se ha convertido en una tumba de ilusiones. El lugar que entierra cualquier brote de esperanza. El Celta volvió a casa con dos victorias y convencido para dar un paso adelante, pero no pudo con el estigma de su estadio. Después de un primer tiempo pobre Iago Aspas desatascó a su equipo ante el muro del Albacete, pero la contienda se descosió en la última media hora, a los locales, sin Trashorras, le faltó pausa y Pepe Murcia salió de la cueva por primera y única vez para celebrar el empate. Otra semana más en descenso y otra decepción que sumar a un reguero interminable en los últimos tres años. Y todo por culpa de Balaídos.
Pepe Murcia no salió del banquillo ni el Albacete de su cueva como ya se esperaba. Y con amontonar efectivos detrás del balón cortó cualquier síntoma de sufrimiento el conjunto manchego, que también emuló -a escala- a Hugo Sánchez colocando a su particular Chico (Sousa) sobre el oráculo celeste, Trashorras.
Dos motivos que llevaron al Celta a elegir casi siempre la peor opción durante el primer tiempo, el balón largo intentando buscar espacios en la guarida rival. Pocas veces lo consiguieron. Tan solo en una genialidad de Iago Aspas que después de un caño no encontró rematador y en una asistencia del mismo moañés que tras un pase de la muerte de Joselu tampoco tuvo traducción. Sin embargo el único tiro de los vigueses entre los tres palos llevó el sello de Trashorras en una falta. Los manchegos, ni vieron la portería rival pese a las licencias viguesas por el centro. Durante este período a los vigueses le faltó continuidad en su juego. Persistencia para el manejo de balón y paciencia para desgastar a una roca. Por encima Eusebio alternó en la banda a Iago Aspas y Joselu y ninguno de los dos puede jugar pegado a la línea, lo que provocada exceso de tráfico por el centro y un desequilibrio táctico a la hora de defender.
El desatascador
El Celta necesitaba un desatascador, y como siempre apareció Iago Aspas en el papel estelar a la vuelta del vestuario. Joselu cabeceó al travesaño una falta botada desde la izquierda y el salvador de Eusebio estaba con la caña preparada en el área pequeña para remachar a la red. Los vigueses habían marcado de estrategia. Casi un milagro.
El gol provocó una estampida en clave celeste, con los locales botando tres córneres consecutivos y con Joselu acariciando el segundo en su único remate franco.
Pero en un partido con morbo los albaceteños apretaron los dientes, con los cambios cambiaron su fisonomía numantina por el descaro y comenzaron a sembrar dudas en el ambiente. El Celta respondió con dos oportunidades que pudieron ser definitivas, pero ni el cabezazo de Catalá ni la contra de Saulo tuvieron la resolución necesaria.
La cosa se puso fea poco después para los vigueses cuando el juvenil Mallo desequilibró a Sousa en el área pequeña. Con chulería Salva Ballesta -en entró entre reproches de la grada- hizo todo el ritual convencido del éxito, pero Falcón le adivinó la trayectoria y rescató al Celta.
El gaditano se convirtió en el gran protagonista en medio de la locura. Los vigueses no acertaron a darle pausa al partido -quizás porque Eusebio sacó del campo precipitadamente a Trashorras- y el Albacete emitió sensación de peligro en cada jugada. En cada una de ellas asistió a un recital del meta local con Notario (que había sido su verdugo en Vigo) enfrente. Sin embargo el ahora capitán celeste no pudo evitar el empate de Merino en un balón colgado que se comió la defensa.
Ya a contrarreloj el Celta tuvo capacidad de reacción, aunque un tanto alocada, pero le faltó pegada. Lo intentó con poca cabeza y tan solo Michu fue capaz de encontrarse con un balón franco. Pero al ovetense le faltó resolución y el Celta fracasó en su cuarto partido como local. Otro fiasco que corta de raíz la esperanza.