«Compro vinilos porque me fastidia que desaparezcan»

VIGO

El ex Dj residente del Vademecwm conserva su primera maleta de «pincha» y los discos que más le marcaron

12 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando tenía 9 años, Viktor Flores consiguió entrar por primera vez en un mundo prohibido: la discoteca. Se asomó al templo no apto para menores y se quedó prendado de la bola de cristal y los suelos enmoquetados. «Mis padres tenían amigos que tenían locales y un día me llevaron a la discoteca Eva de Playa América. Yo quería saber qué había detrás de esa puerta, me quedé flipado, algo tuvo que pasar», medita.

Viktor Flores, nigranés del 74, nunca pensó dedicarse profesionalmente a los platos, pero desde niño se sintió atraído por las catedrales de la música y se enganchó a los megamixes de la época. «Escuchaba mucho la radio y me llamó la atención ver en la tele, en un programa que se llamaba Tocata , a unos tíos manejando unos platos. El Max Mix 4 venía con un librito que te explicaba cómo hacer mezclas», recuerda. La puntilla llegó en la adolescencia. Perdido en la Movida entró en un local llamado Op Art y descubrió el House de Chicago y el Acid House.

De todas formas, el desarrollo de esta pasión por mezclar ritmos y servirlos en bandeja sonora sobre la pista fue lento y reposado. Viktor estudió periodismo, oficio que practicó en diferentes medios de comunicación y profesión a la que se sigue dedicando. Pero paralelamente se convirtió en uno de los disc jockeys más reputados del país. «Yo empecé tarde a pinchar, con 21 años -reconoce- fui autodidacta, no había escuelas como ahora, y pensándolo bien, me parece que fue mejor así. Lo de las escuelas de Dj's es poco natural», opina. Su primera sesión fue en el Revoltallo de Valladares y dos semanas después en el Vademecwm, y en ambas, junto a otro dj y músico local, Carlos Ordóñez, Prozack , que ahora está instalado en Ibiza, «Allí empezó una gran amistad que aún continúa», cuenta.

El debut de Flores tuvo lugar en el 95, en la fiesta del primer aniversario de un club pionero en el país, el Vademecwm, del que después fue residente durante casi una década. Mientras estaba al frente la cotizada cabina viguesa comenzaban sus actuaciones fuera, empezaban a invitarle a clubs, discotecas y festivales de toda España y Portugal, una carrera que le llevaría a ser elegido en la revista Rock de Lux como el décimo mejor Dj nacional en el 2007, o a escenarios como el Festival Sonar, el Fib o Monegros y eventos como Arco o el Festival de Cine de Gijón.

Madrid y la «academia»

Hace cuatro años, Viktor Flores hizo las maletas con destino a Madrid. Tras haber sido seleccionado como el único español en la edición del 2003 de la Red Bull Music Academy en Ciudad del Cabo, siguió vinculado al proyecto colaborando con las actividades de una academia que no tiene nada que ver con la de Operación Triunfo. Después pasó a encargarse de los talleres que anualmente se celebran en varias ciudades para explicar el concepto de la academia (la próxima será en Londres en el 2010) y coordinar también un escenario en el Sonar. Ahora, Viktor forma parte del departamento de comunicación dedicado a proyectos culturales y deportivos de la marca. Pero no se olvida de su faceta ante los platos y sigue pinchando en clubes de toda España y en su antigua casa, el «Vade», al menos un par de veces al año.

El periodista y Dj está abierto a las nuevas tecnologías, pero no se olvida de sus antiguos gadgets . Uno de sus tesoros es una caja de metacrilato, la primera maleta que tenía para pinchar, «Me la regalaron en el 95, cuando empecé. Llevaba esta y otra más. Íbamos cargados como mulas», recuerda. Ahora los dj's no hacen músculo: «Pincho con un portátil, dos discos de vinilo y un pequeño interfaz que se conecta desde el ordenador. Los vinilos no tienen nada grabado, pero sí tienen unos códigos de tiempo», explica. Los soportes informáticos no dan pie a la nostalgia del objeto y Flores también reconoce su querencia por sus antiguos discos. «Sigo comprando vinilo porque me fastidia que pueda llegar a desaparecer. Llevamos vaticinando su desaparición desde hace 20 años y no muere, pero al pasarse los dj's al formato digital se nota más amenazado», señala. Además de comprar, guarda discos que son para él auténticas joyas. «No son reliquias olvidadas, la mayoría las sigo pinchando ahora», afirma. Y de la maleta salen joyas de sellos de House de los 90, (Tribal y Strictly Rhythm), un ejemplar de Italodisco, incunables como el Max Mix 1 y 2, el Bolero Mix que empezó bien pero degeneró mucho, el primer elepé de su amigo Prozack, un maxi de New Order con diseño de Designers Republic, álbumes de Mauricio y del misterioso sello alemán Studio 1... Son decenas de tesoros sonoros.