«Las descargas en Internet forman parte de la evolución»

VIGO

El primer productor de Los Piratas vive con el optimismo que le brinda la experiencia la crisis del sector musical

02 mar 2009 . Actualizado a las 12:29 h.

Javier Abreu fue uno de los pioneros en el sector de la producción en Galicia. Empezó como músico en los años de la llamada «Movida viguesa», primero en un grupo de punk rock y luego en otro de after punk, pero enseguida decidió que le gustaba más estar al otro lado de la pecera, «construir canciones y gestionar talentos». En 1985 montó en Vigo Planta Sónica, el primer estudio profesional de grabación que hubo en Galicia. «Eran tiempos muy divertidos pero poco rentables porque no había industria», recuerda. El primer disco que grabó como técnico fue el de una de las bandas de la Movida, Bromea o qué, bajo el sello de la entonces independiente Dro, y en aquella época también se encargó de facturar álbumes de Aerolíneas Federales y Os Resentidos, entre otros. Años más tarde puso en pie otro estudio: Fussión, en el que, como explica, «empecé a trabajar de una forma más realista, optimizando recursos e implicándome más en serio en el proceso creativo, en la producción artística, buscando grupos e intentando colocarlos en una compañía». Abreu fue el primer productor de Los Piratas, desde que eran dos. Con él hicieron en 1992 su primer disco, que fue en directo, y también el segundo, Quiero hacerte gritar, ya en estudio, en Inglaterra, en el 93.

Relax en Patos

Después de un par de años instalado con sus aparatos en el oasis bucólico de Camos, hace cuatro años se trasladó a un emplazamiento privilegiado en la playa de Patos con Océano Estudio. Allí, el productor lleva su trabajo de una forma más relajada, lo que le permite compaginarlo con la docencia en cursos de extensión universitaria en la Facultad de Comunicación en Pontevedra, y en la Escuela de Imagen y Sonido de Vigo. «Mis alumnos alucinan cuando les cuento cómo se trabajaba con la tecnología analógica y las cintas magnéticas hace no tanto tiempo», reflexiona. Actualmente, en su local a pie de playa, el profesional ha optado por trabajar fundamentalmente con músicos gallegos para no tener que sacrificar una calidad de vida que no quiere cambiar por nada. Entre las bandas con las que trabaja en la actualidad están Glassonion, Ruxe Ruxe, Zënzar, Machina o el cantautor Isi Vaamonde. «Trabajo normalmente con la escena de aquí aunque puntualmente hago cosas fuera y eso me oxigena», aclara.

Falta de respeto

Abreu es consciente de los nubarrones que se ciernen sobre el panorama de la música: «Estamos en una época de exceso de estudios de grabación y de gente que graba, pero creo que es bueno porque pienso que si te quieres dedicar a esto y hacerlo con cierto criterio, siempre hay espacio para ti. Además, ahora más que nunca, cuando todo el mundo tiene acceso a tecnología muy sofisticada, es importante tener experiencia, un olfato y un talento especial y ser un artesano». El empacho musical de los 90 y la revolución tecnológica del siglo XXI ha disminuido mucho la demanda en su sector, pero Abreu entiende que prácticas como las descargas de música en Internet que tanto han mermado el negocio de las multinacionales «es algo que hay que asumir como parte de la evolución, es casi darwiniano», afirma. El experto opina que «todo va mudando y hay que estar atento. La percepción que tenemos en España de todo este fenómeno viene dada por la absoluta incompetencia de las grandes compañías, que han contribuido al descalabro porque lo han hecho muy mal y han reaccionado tarde al no sumarse a la revolución tecnológica. Esas empresas y los grandes grupos mediáticos son los culpables de la falta de respeto que tiene el público hacia la música como arte por el que vale la pena pagar», afirma.

Desde los años de la Movida, Javier ha vuelto puntualmente a los escenarios, formó un dúo de pop electrónico con Nicolás Pastoriza, Colombo, que duró unos pocos meses, participó en Silika con Laura Fontán como guitarrista y ahora, de vez en cuando, se suma a alguna jam session , «sobre todo a las que se celebran en el Bar Patos los viernes», revela.

Javier achaca a su profesión su falta de apego por los objetos. «Siempre he estado rodeado de tecnología que en poco tiempo ha acabado siendo chatarra del jurásico, por eso no soy nada proclive al coleccionismo. Tengo por ahí un par de Macintosh que son ya piezas de museo. A lo que le doy valor es a los conocimientos que he ido acumulando. A lo único que puedo aplicar el adjetivo de tesoro es a mi estudio de grabación, pequeño pero muy bien equipado, y a esta guitarra que suena a gloria: una Gibson Les Paul Deluxe en acabado color Sunburst , del año 72. Curiosamente, apunta, los aparatos antiguos ofrecen una calidad de sonido que no son capaces de superar los de ahora. Las guitarras, los micros de válvulas y los amplificadores de los 60 y los 70 siguen siendo los que mejor suenan, pero con muchísima diferencia».