En la barra de Nosa Terra, recuerdan que Antonio estaba «muy mal de salud» últimamente. A veces, éste se sentaba en un banco del paseo Alfonso XII para mirar el mar o dormía por las mañanas en el mirador. Dicen sus conocidos que la heroína lo derrotó aunque su muerte se produjo de forma natural por una grave enfermedad.
Antón Bouzas, portavoz de El Imán, también conocía a Antonio desde hace años. Lo define como una persona entrañable a la que todos tenían cariño por su buen humor. Le gustaba participar en La Voz de los sin voz, una tertulia de los sin techo y asistentes sociales. «Era el mayor de todos y los jóvenes le respetaban por la sabiduría que se supone a los ancianos», afirma.