Un santo con mucho peso

Monica Torres
M. Torres TOMIÑO

VIGO

Reportaje | Romería de San Campio Más de 15.000 personas acuden este fin de semana a Figueiró para pedir o agradecer el favor a su patrón mediante singulares promesas como la de ofrecer sus kilos en maíz

30 jul 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

?o es habitual que la carretera que une Tomiño con Figueiró tenga mucho tráfico, y menos un día de verano en el que el buen tiempo invita a escaparse a la costa. Sin embargo, una vez al año, la romería de San Campio hace que las calles de esta parroquia se conviertan en un hervidero de devotos. No es de extrañar tampoco que se le conozca como «San Campio de Lonxe» o «do monte» ya que los romeros llegan desde todos los puntos de Galicia y el norte luso para pedir su intercesión. El comienzo de la devoción al patrón de Figueiró, que sufrió el martirio junto a su mujer y sus dos hijos de corta edad por confesar la fe en Cristo en el año 306, se pierde en la lejanía de los tiempos. A este soldado romano se le invoca para todo tipo de enfermedades pero, en especial, para las cancerosas, reumáticas o mentales, y se realizan ofrendas tan curiosas como antiguas. Numerosas personas se acercaban desde primera hora a la «Capilla de la pesa», en la que el ofrendante, sentado en una silla iguala su peso en trigo, centeno o sal y paga sus kilos en la especie indicada o su importe en metálico. Para cumplir este voto, se utiliza un balanza a modo de báscula romana, de inicios del siglo pasado. Una de las primeras personas en probarla ayer fue Patricia, una joven de Chandebrito, en Nigrán, que mantiene con su familia la tradición que inició su abuela de reunirse en San Campio cada año. Otros fieles abarrotaban la «Capilla de la cera» para presentar los exvotos, según la enfermedad en la que el Santo mostró su intercesión. Por este motivo, cientos de figuras de cera, representado manos, pies, estómagos o cuerpos enteros se iban depositando durante toda la jornada en el altar. La mañana alcanzó su punto más álgido a la una de la tarde cuando los tiraboleiros hicieron volar el gran botafumeiro por encima de los fieles durante la misa solemne. Cinco hombres y un niño de menos de cuatro años, vestidos de gala aguantaron las cuerdas para que el gigantesco incensario sobrevolara de punta a punta la capilla mientras sonaba el himno. Y es que el de San Campio es el único santuario gallego con botafumeiro y no con uno, sino con dos. El primero, de 45 kilos de peso, se inauguró el 1 de enero del 2000 para conmemorar el inicio de siglo y, un año después el más grande, de 60 kilos.