Bergantiños, setenta puntos de corazón blanquiazul

Alexandre Centeno Liste
alexandre centeno A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

Bergantiños se sometió a una operación para recomponerle el labio y hoy irá con el equipo a Mallorca

23 jun 2019 . Actualizado a las 08:46 h.

El reloj marcaba el minuto 39 cuando una ráfaga de aire frío, casi helado, recorrió el templo blanquiazul. Un balón dividido en el medio del campo. El pundonor de dos futbolistas que van por todo en busca de una plaza en Primera. El infortunio de un pie que se cuela por donde nunca tendría ni que haber asomado. Que impacta en el rival. Que destroza la cara del compañero. Instantes de nervios. De tensión. Pedraza, el infractor, se lleva las manos a la cabeza. No se lo cree. Martí, excompañero de vestuario, lo consuela. En el suelo, el capitán blanquiazul. Lo socorre uno de Betanzos, Dani Rodríguez.

En la grada se sigue la acción en silencio. Manos a la cabeza. Una niña perfectamente ataviada con una camiseta de su Dépor -el número 4 y Alex B. a su espalda- encima, no alcanza a ver quién es el hombre al suelo. «Es Álex. Pobre rapaz. Déronlle en toda a cara», le comenta un vecino de localidad. El rostro de la pequeña se desencaja. No le da tiempo a producir sonido alguno cuando las primeras lágrimas resbalan por su rostro. La madre no alcanza a consolarla. La pequeña de once años explota a llorar. El resto del estadio todavía no. Contienen en su interior esas lágrimas de preocupación. El que yace en el suelo no es un jugador más. Es el de la Sagrada. El capitán. El que marcó el gol en Málaga. El que con anterioridad lo había hecho en Gijón. Y en el Camp Nou. Y otras veces en Riazor.

Una bota inocente acababa de clavarse en el corazón del deportivismo. El árbitro para el juego y los servicios médicos lo atienden. La ambulancia sale rauda hacia el hospital. En la puerta del quirófano aguarda otro deportivista, el doctor Martelo. Acaba de dejar Riazor para socorrer al capitán del ejército que caminaba con paso firme hacia la Primera División.

Por entonces, en Riazor ya ha concluido la primera parte, pasado el descanso, y los jugadores están de regreso en el campo. Pero, ese lume que tanto había encendido el estadio para empujar a Os Nosos, no acababa de volver a prender. En la mente de la grada estaba la imagen del chaval que con apenas 4 años se enfundó en las leiras de Vilasantar una camiseta blanquiazul de la que solo se había separado temporalmente a petición del club.

El templo deportivista trataba de recuperarse del palo de ver a uno de los suyos en camilla, mientras el de la Sagrada Familia entraba en el quirófano. Dos horas después, y con setenta puntos en su rostro, fruto de la recomposición milimétrica de las partes blandas de su labio inferior y así como de las zonas próximas.

Concluye la operación. Minutos antes lo había hecho el partido. Álex va recuperando el habla. Pregunta por el partido. Por sus compañeros. Lejos de mostrar su preocupación, pide que se tranquilice a Pedraza, que le transmitan su comprensión: «Resbalamos los dos a la vez, a él le pilla con la pierna por delante y me da en la cara. Son cosas que pueden pasar en la profesión», explica.

Intenta sonreír como puede y entonces vuelve a encoger el corazón de los amigos, compañeros y familia que lo acompañan, cuando dice: «Doctor, ¿pero puedo jugar el domingo, no? Quiero estar con el equipo».

Todavía dolorido, el capitán vuelve a ejercer como tal. Lo hace por el Dépor. Por los 30.000 que se pusieron de pie a su salida del campo. Por sus años y años de sentimiento blanquiazul. Por Daniela, su pequeña, que en ese momento desconocía que su papi había hecho llorar a toda una ciudad. Por el hermanito que llegará en noviembre. Por su mujer. Por sus padres que lo vieron crecer entre Vilasantar y la Sagrada Familia. Y, por supuesto, lo hace por un sentimiento, un pundonor y un arrojo que aún convaleciente lo conducirán hoy a Palma, cerca de los suyos, para mañana, nueve años después, emular el ascenso de aquel Fabril que el 23 de junio del 2007 ponía un pie en Segunda B. Allí estaba el capitán entonces y aquí sigue casi una década después.