Día festivo en día laborable

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

La grada volvió a confabularse para contrarrestar con su empuje el talento de Ontiveros

13 jun 2019 . Actualizado a las 00:17 h.

A Coruña se esmeró en disimular que un miércoles es un día fantástico para jugar un partido de fútbol de la trascendencia del de hoy. Terrazas llenas rodeaban el estadio, pero difícil saber si el agosto hostelero supondría gradas pobladas en mitad de la segunda semana del mes de junio. A media hora de que arrancase el duelo inquietaba el volumen que alcanzaban el escaso centenar de malaguistas que ocupaban la curva que une Pabellón con Preferencia. No duró. El atasco en los accesos, atropellados por las prisas de un día laborable, advertían de que la llegada de la caballería era inminente.

Cuando los jugadores se retiraron hacia los vestuarios tras el calentamiento se llevaron la primera ovación de la tarde. Víctor Sánchez del Amo, cuando su regreso fue anunciado por la megafonía, estrenó las pitadas. Riazor fue cogiendo color, cada vez más, hasta los más de 24.000 y, en el palco, unos 200 rostros conocidos de la sociedad coruñesa. Empresarios y políticos que también respondieron a la llamada del club.

Con la primera internada de Fede, y tras diez minutos sin oler el balón, el público por fin tuvo algo que echarse a la boca y mostró colmillo. El Málaga apretaba y la grada debía hacer lo mismo. Cuando en el minuto 17 Ontiveros, con un gran centro, convirtió en realidad todas las amenazas de los días previos y llegó el jarro de agua fría, el luto duró segundos. Vuelta a los cánticos. Y más alto. Con el penalti en el 19 y el gol del 18, Riazor gritó como no lo había hecho en 42 jornadas. El público, tras el tanto, arrinconó al Málaga y apretó al colegiado lo más que puede hacerlo una masa de gente que, en definitiva, no juega. Los visitantes sufrían y los coruñeses se crecían mientras la grada pedía el mismo castigo que Quique sufrió en Liga a una chilena de un jugador del Málaga en el área. Y otra roja cuando Keidi Baré se llevó por delante a Fede. Riazor era ya un polvorín.

El segundo golpe, en el 37, otra vez Ontiveros, cuando el Dépor estaba siendo mejor y el Málaga se limitaba a apagar los incendios que le surgían por todos lados, fue más duro.

Partido nuevo tras el descanso y la grada, aún aturdida, comenzó a reaccionar cuando, pasados diez minutos, el Málaga empezó a perder tiempo. Especulaba el visitante y Pedro Sánchez les pasó la factura. Y fue esta vez el Deportivo el que rescató a su gente. Ya con todos los elementos en comunión, Carlos convirtió el estadio en un escenario de pesadilla para el rival e hizo saber al Málaga que nada bueno les podía pasar hasta el final. Pocos aplausos se habrá llevado Pedro como el de hoy. Probablemente Borja Valle, autor del cuarto, soñó algo parecido cuando decidió quedarse el pasado verano. Qué bonito el cariño como moneda de pago a Fede, que también pudo haber hecho las maletas. No hay nada como un estadio lleno.