La hora del portero

Xurxo Fernández Fernández
Xurxo Fernández A CORUÑA

TORRE DE MARATHÓN

Rubén, portero del Deportivo
Rubén, portero del Deportivo César Quian

Rubén se exhibe ante el Sevilla y permite al Deportivo seguir con opciones de permanencia

17 abr 2018 . Actualizado a las 23:31 h.

Mala señal si el día en que más necesitas ganar acabas abrazado a tu portero. Hubo fiesta en Riazor porque es cierto que hay pocos campos en los que el resultado importe menos que en el coruñés, capaz de festejar un funeral si el muerto se presenta aseado y ha expirado con elegancia. El Deportivo se llevó un punto cuando más necesitaba los tres por motivos cuantificables y otros sin traducción inmediata en una tabla llena de números. Rubén, el único sobre el campo obligado a no pisar el área contraria, fue quien más hizo por la victoria.

Mantuvo el meta el encuentro abierto hasta el último minuto, dándole valor triple a cada disparo fallado por Lucas o Mosquera. Haciendo que los coruñeses solo se separaran del triunfo por centímetros en el chut al palo de Borges, o por la falta de vista del árbitro en el claro penalti sobre Schär. Se hizo enorme en el día de la reconciliación el futbolista más discutido. Fue solo para que la distancia con el Levante quede en cuatro y lo que quiera el Málaga, y no en dos como debería haber sido, atendiendo a que el adversario tenía la cabeza y sus estrellas jugando ya un partido el sábado mientras la retaguardia comparecía en Riazor en martes.

Dos mano a mano

Alistó Montella en punta a un chico que ha marcado ocho goles en el colista de Segunda y no había pisado Primera esta campaña. De no haber sido por Rubén, habría estrenado el curso con diana. Creció el de Coristanco para negarle el 0-1 en un pulso al que se presentó después Sandro con el mismo resultado. Era el día del portero y se celebró en las dos áreas, aunque en la del Sevilla los atacantes hicieron mucho más por la fiesta. Chutó flojo Çolak y blando o desviado Mosquera. A Lucas le pudo el ansia de los últimos metros, el mayor enemigo de un delantero.

Todo eso sucedió durante la vida extra que le había regalado al Deportivo su portero en el mejor día desde que regresó a casa para jugar en el equipo de la tierra. Donde siempre quiso. Se presentó vestido de amarillo, nervioso, intuyendo que se iba a hacer larga la cita.

Dudó al blocar la primera, escuchó murmullos, pero se levantó y se ocupó del resto. Intervino seguro frente a los centros al área desde su izquierda, donde castigaba Navas; ofreció el cuerpo a los disparos a quemarropa. Sostuvo en pie a un equipo que boqueaba, exhausto, y lo dejó presentable para esas patadas de ahogado que la grada festejó como si dieran tres puntos por empate y el domingo de resurrección fuese un martes cualquiera.