Muntari, con calzador

Xurxo Fernández Fernández
X. Fernández A CORUÑA

TORRE DE MARATHÓN

Muntari, durante un entrenamiento en Abegondo
Muntari, durante un entrenamiento en Abegondo Gonzalo Barral

El ghanés, imprescindible para Seedorf, se tiene que adaptar a una posición a la que no está acostumbrado ante la falta de un centrocampista de contención

16 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El mayor superó el rodaje; el joven, no. Ahí se esfumó la opción de un duelo fraticida en Riazor. Muniru llegó en noviembre a Las Palmas, con 26 años y el mercado estival cerrado, para probar en el conjunto canario tras haber rescindido con el Steaua de Bucarest. Antes había pasado unas semanas ejercitándose con su hermano Sulley, también sin equipo pese a su mejor cartel. No convenció el joven centrocampista, que después de diez días en prácticas abandonó la isla para enrolarse en el Tondela portugués. Allí ha jugado tres partidos como titular: dos de organizador, otro de recuperador. Mientras, el más veterano de los Muntari encontraba también su lugar fuera de sitio, metido a especialista en destrucción. Su prueba le tocó en un Dépor que ya contaba con cinco jugadores del primer equipo y un meritorio del filial para cubrir dos puestos de centrocampista; a lo sumo, tres. De entre las plazas disponibles, tragó con la que nadie quería, por necesidad y por la buena memoria de su antiguo entrenador.

Seedorf se había despedido en dos tramos del Milan. Primero en calidad de futbolista, después en condición de técnico. Su último encuentro como míster concluyó en gresca con el Sassuolo y victoria rossonera por 2-1, con Muntari, el viejo, abriendo el marcador. Aquel día, el ghanés saltó al césped ubicado en la misma zona que ocupó en la segunda parte del choque de hace una semana en Girona. Durante veinte minutos se lució de interior izquierdo en el Montilivi, permutando con Mosquera, para quien quedó la labor de conectar la zaga blanquiazul y el área de creación, estorbando tras pérdida la circulación del rival.

Lleva tiempo el conjunto coruñés sin más especialista en contención que Bergantiños, a quien el pasado verano no se consideró apto para Primera. El fichaje de un recuperador se convirtió en prioridad en el mercado invernal, cerrado sin embargo con las altas de un portero, un lateral y Krohn-Dehli. Después se compró entrenador, y a su antojo llegó el sexto mediocentro, fuera de forma y falto de competición.

Muntari había sido ancla durante un puñado de encuentros con Seedorf en el Milan, en la primera mitad del 2014, pero fue De Jong quien ejerció con más frecuencia ese cargo a las órdenes de su compatriota holandés. Aquella fue la temporada con mayor protagonismo para el africano desde que saliera del Inter. Anotó cinco goles, su récord, y dio dos asistencias. Registró más de dos disparos y cincuenta pases cada hora y media, y rozó el 80 % de éxito al jugar el balón.

Nada que ver con el Muntari de hoy. Recupera algo más, distribuye mucho peor. El promedio ha bajado a 37 envíos cada 90 minutos con un 67 % de acierto en la combinación. Ha chutado dos veces desde que llegó. Le penaliza una exigencia a la que no está acostumbrado y la cantidad de césped que necesita abarcar, metido en el papel con calzador.