La gran aventura de papá Marchena

Xurxo Fernández Fernández
Xurxo Fernández A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

Carlos Marchena protesta una jugada durante el partido del pasado sábado frente al Lugo.
Carlos Marchena protesta una jugada durante el partido del pasado sábado frente al Lugo. césar quian< / span>

El central, padrino deportivo de varios canteranos, dio un salto crucial en su añorada Australia

03 dic 2013 . Actualizado a las 23:38 h.

«Cuando volví de los Juegos de Sidney le dije a mi familia que algún día regresaría a Australia para vivir una temporada. Me pareció una experiencia increíble». El 30 de agosto, al mismo tiempo que confirmaba a La Voz su ansiado retorno al Deportivo, Carlos Marchena confesaba un idilio con las Antípodas. Affaire vivido en el 2000 que tuvo su importancia a la hora de que el andaluz se vistiese por primera vez la camiseta blanquiazul.

«Si Carlos está hoy en A Coruña también es por mi culpa». Lo afirma, desde Madrid, un viejo conocido de Riazor. Dani Aranzubia trabó amistad con el central en el Mundial sub 20 de Nigeria y consolidó el vínculo mientras labraban la plata olímpica. La relación no murió y acabó con el meta recomendando a Marchena sumarse al Dépor.

¿Qué pasó en Sidney? «Aparte de traernos la medalla, fue una convivencia muy buena. Los más jóvenes éramos Xavi, Gabri, Carlos y yo, que veníamos de ganar con la sub 20. Recuerdo que empezamos jugando en Melbourne y Adelaida y que cuando pasamos primeros de grupo estábamos emocionados porque por fin nos íbamos a ir a vivir a la Villa con los demás deportistas. Pero después nos dijeron que no había sitio para alojarnos. Fue un palo enorme».

El golpe duró bien poco. Hasta que los chavales conocieron su nueva residencia: «Era en un rascacielos, en la calle principal de la ciudad. Espectacular. Teníamos un apartamento para cada dos y la avenida estaba llena de pantallas gigantes. Al final, todos los atletas iban por allí».

Fiesta de semis en la discoteca

El momento álgido se vivió la noche del 23 de septiembre. Después de que un gol de Gabri tumbase a Italia en cuartos. El entonces seleccionador, Iñaki Sáez, se suma al relato: «Había venido Toni (Velamazán) a hablar conmigo. Era el capitán y me pidió que si ganaban ese partido les diese la noche libre. Estábamos tan lejos de casa y su comportamiento era tan bueno que les dije que podían volver a las cinco de la mañana. A las dos ya estaban todos en sus habitaciones». Aranzubía revela que antes «nos quedamos en la mejor discoteca de Sidney, la más grande, que estaba casi a la puerta de nuestro edificio».

Una escapada repetida en cuanto el grupo se recuperó de la final perdida en la tanda de penaltis frente a Camerún. Un duelo marcado por las expulsiones de Gabri y Jose Mari y la pena máxima que marró Angulo y que habría supuesto el 3-0 (los africanos remontaron después, liderados por Eto?o). «Les dije que lo tirase Xavi, pero el estadio estaba lleno y con tanto ruido no me escucharon. Tuvimos muy mala suerte. Después Capdevila mandó un balón al palo en la prórroga», relata Sáez.

El entrenador vasco comprende que Marchena afirme haber quedado marcado por su aventura australiana. «Allí fue un jugador importante -detalla-. A mí siempre me ha parecido especialmente sensato. Una persona muy curiosa, con muchísimas ganas de aprender y que buscaba y aceptaba consejos para todo. ¡Hasta vino a presentarme a su novia! Y claro, ha vivido tantas cosas que es un ejemplo perfecto para los jóvenes que empiezan a destacar».

Coherente y trabajador

Así ocurre en el Deportivo, donde el central parece empeñado en tutelar a los recién llegados desde el Fabril, para alegría de estos. Nada sorprendente para Aranzubia, «buen amigo» del futbolista blanquiazul, al que considera «una persona muy coherente y trabajadora. Muy buena influencia para los chavales. Puede transmitir una imagen de duro en el campo, pero eso es solo porque su implicación es máxima».

El portero y el defensa siguen en contacto. «Está contento por cómo van las cosas. Quiere quitarse la espina del descenso. Hablamos o nos mensajeamos a menudo». La llama de Sidney sigue viva.