Casa Caxigueiro, la autenticidad del interior lucense

CRISTÓBAL RAMÍREZ REDACCIÓN / LA VOZ

TERRA

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El establecimiento de Sarria cumple casi 20 años convertido en un museo

28 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo peor de Casa Caxigueiro es la entrada, y de eso no tiene culpa este establecimiento sarriano de turismo rural. Está pobremente señalizada, aunque si no es de noche todo es esforzarse en distinguir las gastadas señales, y la pista se halla a años luz de lo que el visitante espera en la Galicia del 2022: su estado es en algunos tramos deplorable. Así que cuando uno se aparta a la derecha de la carretera de Portomarín a Sarria y recorre ese kilómetro escaso tiene que atender a los baches y no puede disfrutar del pequeño bosque que está cruzando.

Y fin del capítulo negativo, porque todo el resto es para alabar, excepto que a uno no le agraden las casas tradicionales gallegas de piedra vista, no demasiada luz en el interior porque no han querido hacer barbaridades en un edificio que es todo un patrimonio y habitaciones que sumergen al recién llegado en épocas pasadas.

El recibimiento es amable, familiar, relajado, sin imposturas. Justo igual que hace 17 años, cuando este periódico publicó una crónica sobre el establecimiento que hacía otros dos que había abierto sus puertas. Gente afable normal y corriente. En eso están igual. Claro que el tiempo ha pasado para todos, para Teresa y para su hija Vanesa, así como la hermana de la primera, Julia, que se encarga de la cocina y tiene una mano excelente para el caldo y el jarrete. Pero la atmósfera es la misma que en el 2005.

No ha cambiado el interior, que permite incluir el establecimiento en ese pequeño grupo de casas-museo que hay distribuidas por toda Galicia. Porque la recepción, humilde —«Esta é a parte máis nova, de 1757, século XVIII»—, no da ni la mínima idea de lo que espera al recién llegado, que, si avanza a la derecha se encontrará con una notable lareira, unos techos allá arriba, muy arriba, a los que se le ha añadido unas ventanas fijas acristaladas para que entre la luz, y una pequeña y muy interesante colección de radios cuyo origen explica Teresa. Las hay familiares y las hay compradas fuera de Galicia.

Pero en todos los rincones sorprenden pequeñas cosas como una lechera, un baúl, una composición musical enmarcada y compuesta especialmente para Casa Caxigueiro, unas botas, unas flores disecadas, planchas, un grifo que vaya usted a saber cuántos años tiene y así se puede seguir en muchas líneas de este texto. Aunque sería injusto no mencionar a un enorme recipiente que ocupa una esquina de la sala, frente a la lareira. Se trata de un artefacto «para cocer porcos», como explica la dueña.

Pero si la entrada tiene más de doscientos años, la pregunta es de cuándo es esta estancia y el resto de la casa. «Como mínimo do XVI, que é de cando consta na documentación, pero sen dúbida é moi anterior», responde Vanesa. La frase queda en el aire, quizás se nota cara de duda en el interlocutor, pero entonces conducen al primer piso, a una habitación de dos niveles y con cuatro camas idónea para una pareja con niños, y ahí está, igual que hace 17 años, un fresco en la pared, de notables dimensiones y en el que solo se identifica con claridad la Luna, amén de largos dibujos geométricos. «Os técnicos dixeron que era do século XII ou XIII». Teresa añade en otro momento que hay documentos del siglo XI que se refieren a la actual Casa Caxigueiro. Para quedar boquiabierto, a poca sensibilidad que se tenga hacia el arte. Por supuesto, la pintura está protegida con el fin de que a nadie se le ocurra alguna barbaridad.

Todavía hay más, porque, disimulando el orgullo, el cliente es conducido al antiguo «celeiro» donde se guardaban las patatas, y hoy es un bar muy íntimo para los ocupantes circunstanciales de Casa Caxigueiro.

Y a la hora de acceder a uno de los dos comedores, ambos en la planta baja, llama la atención un metacrilato en el suelo. Teresa da a un interruptor y se encienden luces. Es una larga canalización que sigue cumpliendo con la función para la que fue creada: regar. El agua —en estos momentos escasea tras tantos meses sin lluvia— va a parar a una charca en el exterior.

En lo que se refiere a las habitaciones, una de ellas de tamaño ni grande ni pequeño tiene doble entrada ya que también da directamente al exterior previa subida de dos peldaños. Como la rehabilitación del edificio se hizo buscando la autenticidad, los suelos son de madera, y se notan las pisadas de los que están en el cuarto de arriba.

Las otras cinco habitaciones se hallan todas en el primer piso, además de ofrecer un pequeño apartamento para cuatro personas (dos en un sofá cama) en un edificio en el mismo grupo de casas. Un apunte final: continuando entre carballos y chopos tan solo 700 metros se llega al mismísimo Camino Francés. Bonito paseo.