¿Por qué nos ofendemos tanto?

Javier Becerra
Javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

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Las redes sociales han amplificado el «hiperdesarrollo de las identidades grupales», generado un clima de confrontación permanente que algunos consideran asfixiante

19 dic 2018 . Actualizado a las 12:33 h.

Un día es la «mariconez» de la canción de Mecano en OT. Otro, el personaje hindú de The Simpsons Apu Nahasapeemapetilon. Y otro, Dani Mateo sonándose los mocos en la bandera de España en un sketch cómico. No hay una jornada en que no explote una nueva polémica en las redes sociales, apelando a una sensibilidad que se está pisoteando. Los afectados se ofenden y esa ofensa crece a través de las redes sociales, llegando a extremos insospechados. Entre réplicas y contrarréplicas el campo de juego queda plagado de insultos, violencia verbal y lapidaciones digitales.

¿Qué está ocurriendo? El catedrático de psicología social de la Universidade de Santiago Jorge Sobral habla de un proceso de «hiperdesarrollo de las identidades grupales» en el que se antepone esa identidad a todo. «De ese modo -añade-, cualquier alusión a tu grupo de referencia lo puedes interpretar como una ofensa personal. No reaccionas como persona, sino como miembro de los varones blancos, de sesenta años y profesores de universidad».

«Hay un permanente juego de ofensas -argumenta Sobral-. Para que la identidad se mantenga como un parámetro relevante es necesario echar de comer al monstruo. Y para eso hay que buscar ofensas, aunque no las haya. Ahí es donde las redes sociales completan el caldo de cultivo. Y hay gente que acude a ellas con un solo fin: ‘‘A ver quién me ofende hoy y puede provocar mi reacción narcisista de grupo’’».

Este clima moral y este cambio en el paradigma de la comunicación tiene consecuencias inmediatas. En el campo de la publicidad se dan muchas vueltas a las cosas antes de lanzar una campaña. «Ahora hay una serie de sensibilidades que hay que tener en cuenta. Hay gente que tiene miedo, porque cualquier crítica se amplifica», explica Óscar Villar, director creativo de la agenda Tony Lebrand. Sin embargo, él no lo ve como algo necesariamente negativo: «A mí me gusta darle vueltas a las cosas para no herir las sensibilidades. No es censura, sino una reflexión».

Villar pone un ejemplo: «Ya no lo tuvo nunca, pero en la actualidad no tiene ningún sentido que yo haga un anuncio de un detergente y salga una señora sin más. Hay que hilar más fino. Hay un movimiento inevitable, que es el feminismo. A veces tienes que reeducarte y hacer un esfuerzo para salir de la educación machista que has tenido».

Al respecto, los publicistas también aprovechan el momento para darle una vuelta de tuerca a la polémica. Ayer corría como la pólvora en las redes sociales el anuncio que Campofrío acaba de sacar para las próximas Navidades. En él se plantea una distopía en la que varios famosos entran en una tienda de lujo donde se venden chistes a precio de metales preciosos.

Uno de los rostros conocidos que aparecen en él es el del humorista Róber Bodegas. El cómico carballés había logrado irritar en el pasado a feministas, veganos y runners. Pero sus chistes sobre gitanos elevaron el nivel de la polémica. Aún colea. «Tengo el Facebook privado y mi Instagram -dice-. Sé que si lo abro van a entrar a insultarme. En mi caso hay gente que se ha convertido en un troll, que ha decidido odiarme y va a atacarme automáticamente con cualquier cosa».

«No sé si la gente se ofende más ahora, lo que sí es que es más fácil que pueda expresar su malestar -reflexiona-. Pero es muy violento verte ahí en medio de estos linchamientos públicos. Si sé que por hacer esto voy a pasarlo mal una semana, un mes o lo que sea, pues a lo mejor no lo hago. Si tengo otro chiste, lo cambio. Te acaba afectando»

Un terreno proclive a este tipo de estallidos de ira es el de la música. De pronto, se toma una canción, se coloca su letra a examen, se la tacha de machista y se señala a su autor. Se ve cada cierto tiempo. El cantante de Novedades Carminha Carlos Pereiro augura la consecuencia directa: «Vamos a acabar por autocensurarnos». El músico dice que viene de una tradición totalmente diferente: «Mis padres escuchaban Siniestro Total y cantaban Me pica un huevo, Bailaré sobre tu tumba y cosas así. No pasaba nada. La gente en los ochenta tenía ganas de libertad. No nos olvidemos y no llevemos esto a más».

¿Afecta a la hora de hacer música? «No explícitamente, pero sí que lo tienes interiorizado. Piensas que mejor no tocar este tema, porque es delicado. Eso es horroroso. A mí me gustaría que todo esto se volviera más ligero. No se puede perder el humor. Estamos tomando todo al pie de la letra y no puede ser».

«Debemos de respetarnos»

El cartel del carnaval coruñés del 2017 diseñado por Alberto Guitián provocó la repulsa de grupos católicos. Tachaban de irrespetuosa su manera de aludir al papa. La asociación de viudas de Lugo incluso llevó al tema a los tribunales. Aurora Carro, su presidenta, dice que su reacción daba voz a muchas bocas calladas. «Me da pena que mucha gente que piensa como yo no se atreve a hacerlo», explica. «No me vale el argumento de la libertad de expresión. Solo se usa para la atacar a la religión católica». El artista declinó hacer declaraciones para este artículo.