Imanol Arias ha tenido dos Anas jalonando su carrera en la tele. Y las dos le han dado la réplica con tanta altura que es imposible no rendirse a sus grandes personajes en la pequeña pantalla. Pero antes de que Ana Duato hiciese de Imanol el mejor Antonio Alcántara, otra Ana, Diosdado, nos lo descubrió como Ramón, aquel abogado imberbe que despertaba a la vida en Anillos de oro. En lugar de Merche y Antonio, ese matrimonio clásico, arquetipos del pasado, unidos hasta la desesperación; en el año 83 otra pareja mucho más moderna y peculiar, Lola y Ramón, rompían los cánones de una época. Ana Diosdado no solo fue la creadora de aquella magnífica serie (de las primeras que hicieron escuela) sino que para siempre representó otro modelo de mujer. Que en el año 83 una abogada progresista, madre, viuda, acabase en el coche en los brazos de un joven Imanol, amigo íntimo de su marido y su colaborador, irrumpió como aire fresco en una España que se abría al divorcio. Lola y Ramón no se parecían en nada a Merche y Antonio. En absoluto. Representaban otra idea de pareja y sobre todo otra idea de sociedad. Ana Diosdado marcó entonces a las que todavía éramos niñas otro modelo femenino, es verdad que aún encorsetado en muchas facetas, pero lo suficiente como para entendernos y mejorarnos en ese quebradizo rol en toda su imperfección.