Varufakis: «No me gusta ser un icono, no es agradable»

La Voz REDACCIÓN

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El ministro de Finanzas griego ha mantenido una interesante conversación con Jordi Évole en el «Salvados» de este domingo. Solo puso una condición: que no le preguntase su opinión sobre Rajoy

20 abr 2015 . Actualizado a las 00:11 h.

Yanis Varufakis le dio este domingo a Jordi Évole una magistral clase. No de economía, como el espectador español esperaba, sino de diplomacia. Porque el ministro griego de Finanzas ha aprendido a manejar sus palabras. A calcular su recorrido. Varufakis dice más con lo que no dice que con lo que dice. El propio Évole, descarado y enemigo de la contención, le reprocha en su último Salvados su inesperada corrección: «Ya veo que es un hombre diplomático». «Si quieres acusarme de algo, acúsame de pedante», le respondió el entrevistado, tras recurrir a constantes ejemplos y lecciones de la tradición griega para no contestar a lo que el conductor de la charla le preguntaba.

Varufakis llegó al punto de encuentro con el presentador catalán enfundado en una camiseta de algodón, cazadora negra de piel y mochila al hombro. Por supuesto, sin corbata. Mientras el equipo de Salvados preparaba la entrevista, el heleno se vino arriba: «Preguntadme lo que queráis, sorprendedme». Pero una imagen fugaz debió cruzar en esos momentos su cabeza. Y rectificó: «Simplemente, no me preguntéis por Rajoy». Y, no, Évole no le preguntó directamente por el presidente del Gobierno. Sí lo hizo por la política española, una bala que el griego supo esquivar con precisión: «Un ministro de un país de la eurozona no debería intervenir en el debate político de otro país». «Cuando se celebraron las elecciones griegas, no me gustó que los políticos de otros países se entrometiesen en las cuestiones políticas griegas, por lo que no voy a opinar sobre ello», consideró, zanjando el tema.

«Sería hipócrita vestir diferente porque ahora soy político»

La entrevista a Varufakis -en español por parte de Évole y en ingles, subtitulado, por la suya- arrancó de forma previsible: apelando a su imagen. A favor del ministro griego de Finanzas no solo juega un atrevimiento -el pasado febrero desafió a la Troika sin pestañear- que el resto de Europa considera demasiado descarado; también una potente personalidad y un hipnótico atractivo físico que ningún medio internacional se ha resistido a pasar por alto. Varufakis es, sin lugar a dudas, uno de los hombres del año. Se ha convertido en ministro y, al mismo tiempo, en «una estrella del rock», apunta el programa de La Sexta; publica libros, uno tras otro; y previsiblemente recorrerá medio mundo dando discursos. «No es agradable, no es algo que disfrute -responde el heleno-. El culto a la personalidad no ayuda a solucionar los problemas económicos».

Varufakis parece creer que la fabricación de imágenes, de iconos que se comercializan y se convierten en parte de la sociedad de consumo, es un problema. No es una solución. «¿Alguna vez se ha planteado cambiar su imagen para no convertirse en el centro de atención?, le plantea Évole. «Sería una acción terriblemente hipócrita empezar a vestir de una forma diferente porque ahora soy político».

«Los periodistas deberiáis dejar de ver la política como si fuese un partido de fútbol»

El último invitado de Salvados es carismático, tiene talante y talento, inquietudes, compromiso y entusiasmo. «Es pobre, pero es sexy», titulaba la prensa mundial tras sus primeras apariciones públicas. Pero esta rompedora imagen corre el riesgo de eclipsar su papel en Bruselas. ¿Es realmente Varufakis como parece que es? ¿Cómo lo ven en la Unión Europea? ¿Qué opinan de él los griegos? ¿Y los alemanes? Las críticas ya han empezado a chispear sobre él, anticipando la tormenta. La mayoría le reprochan que su arranque, demasiado apasionado y radical -«No tenemos intención de trabajar con la Troika, una comisión que no tiene razón de existir», «vamos a sustituir el sistema oligárquico griego»-, ha ido desinflándose con el paso de los días. Hay quien se resiente de su nula experiencia como político; al fin y al cabo, el ministro es un reputado economista, un profesor universitario que nunca antes había lidiado en profundidad con mandatarios europeos. Otros consideran que sus prioridades no son las correctas. Y, por supuesto, están los que recelan de lo que consideran un exagerado narcisismo en su persona.

De los testimonios aportados por Salvados se puede extraer que en Bruselas se le critican las que se entienden como lecciones de economía a los ministros. Al eurogrupo se va a hablar de política, no de economía, consideran los representantes europeos. Se cansan de sus charlas largas. Los periodistas aseguran que cuando Varufakis habla, los ministros abren el periódico. Se aburren. Hay incluso quien comenta que el griego calca discursos anteriores de otras reuniones con otras palabras. Que está solo en las negociaciones. Que se ha ganado a pulso el 18 contra uno. Que los griegos son aficionados a la hora de hacer política. 

Preguntado al respecto por Évole, Varufakis se sorprende. «No es verdad, no te creas todo lo que te dicen». Es en este momento de la conversación cuando el ministro heleno pone su foco de atención en los periodistas: «Los periodistas deberíais dar un paso atrás y dejar de ver la política como si fuese un partido de fútbol». Casi parece enfadado. Y asegura que su relación con el resto de ministros europeos es muy respetuosa. Que se sienta al lado de Luis de Guindos. Que ambos se escuchan y que se llevan muy bien.

«Han convertido la crisis en un drama»

¿Y qué pasa con la economía? Ante las cámaras de La Sexta, el ministro criticó sin reparos y de forma insistente el diseño de la eurozona. Es en este análisis en el que se basa su discurso. Echa en falta un banco central, unas políticas económicas que puedan controlar los países y capacidad de autocrítica, de esa de la que, considera, puede presumir tiene Grecia. «Hemos unido monetariamente nuestros países, ahora debemos completar la unión o tendremos serios problemas sociales», «en Europa ha habido un abuso de poder durante cinco años que ha convertido una crisis en un drama» o «jugar con la idea de amputar partes de la Eurozona pensando que el resto sobrevivirá es jugar con fuego», son algunas de las sentencias que dejó en el canal de Atresmedia la noche de este domingo.

Con respecto a los griegos, Varufakis aseguró, sin titubear, que sus votantes le importan poco. «Me preocupan los individuos, la gente, trabajadores pobres». Al hilo de estas declaraciones, Salvados recuperó para su audiencia el episodio del ministro y el sintecho griego Lambros, un hombre que emocionó al entrevistado y del que a menudo suele hablar en sus intervenciones públicas. El programa fue en su búsqueda. Y lo encontró. «Conocí a Varufakis a través de una periodista española. Le pedí hablar con él cinco minutos y él me dio cuarenta», relata Lambros, quien, sin embargo, se mostró algo decepcionado con las escasas medidas que tras dos meses en el poder Varufakis ha puesto en práctica.

Otro de los temas tratados en el programa de este domingo fue el futuro del euro. «El euro está siempre en peligro», cree el ministro griego. «Y lo estará hasta que se complete la formación de la UE, hasta que no se europeice la banca, los subsidios, las pensiones, siempre estará al borde del colapso». Del mismo modo, la charla tocó el tema de la ayuda solidaria española a Grecia. «Solo el 9 % de los 26.000 millones que nos prestó España llegaron al estado griego -aseguró Varufakis-. El resto, a los bancos».

«El gran error no fue salvar a los bancos, sino salvar a los banqueros»

Cuando las cámaras de Salvados se dirigieron, en la recta final del programa, hacia Alemania, la imagen sólida, académica, envidiable y convicente de Varufakis comenzó a hacer aguas. Desde la «locomotora de Europa», tal y como califica el griego el país liderado por Merkel, tachan a Varufakis de arrogante. Los alemanes prefieren interlocutores más humildes. Los griegos, en general, no se llevan palabras más bonitas. »No respetan las normas», «son impertinentes». «Tienen mucho que hacer arreglando lo que tienen en su país», opinan.

La entrevista entre Évole y Varufakis se clausuró con una rotunda afirmación del griego cuando el catalán abordó el asunto de la banca: «El gran error no fue salvar a los bancos, sino salvar a los banqueros (...) El nexo entre banqueros y Gobiernos es muy problemático para la calidad de nuestras democracias».

De académico a ministro de Finanzas

Yanis Varufakis (Atenas, 24 de marzo de 1961) recorrió medio mundo, estudiando primero y trabajando después, antes de regresar a su Grecia natal. Cursó matemáticas, estadística y economía en el Reino Unido, trabajó en Cambridge y dio clases más tarde en Sidney y también en Texas. Sus controvertidas ideas, que tropiezan con los pilares básicos de la teoría económica, empezaron sin embargo a hacerse populares cuando el hoy ministro y antes académico se convirtió también en bloguero. Era marzo del 2010. Grecia acababa de solicitar el rescate a la Troika (la UE, el BCE y el FMI). Y entonces, la crisis económica europea empezó a traer de cabeza a Varufakis.

La deuda, los recortes sociales, los movimientos de poder sobre el tablero de juego del viejo continente, los pasos hacia delante y hacia atrás de los principales actores del cataclismo y las posibles soluciones al desastre se convirtieron en los principales temas de conversación de la bitácora virtual del griego. La popularidad de sus reflexiones lo catapultó de la Red a las tertulias, su perfil de Twitter se desbordó de seguidores. Y mientras se empeñaba a fondo en redactar su particular y utópica estrategia para salir de la crisis, coincidió con Alexis Tsipras un verano entero en la isla de Aegina.

Cuando Varufakis vio claro que Syriza tenía oportunidad de formar gobierno, se sumó a la partida. Ya había coqueteado con la política años atrás, una experiencia de la que salió desilusionado y defraudado. Entre el 2004 y el 2006, el ahora ministro se convirtió en asesor de George Papandreu. Eran sus primeros años como líder de los socialdemócratas del PASOK. Si algo echó de menos en esta etapa fue la organización y el pensamiento estratégico, el pilar fundamental de su manera de entender la política en general y la economía en particular.

Porque el el heleno es experto en la teoría de los juegos o, lo que es lo mismo, el estudio de la toma de decisiones estratégicas. Es también heterodoxo, muy distinto a los hombres que los europeos están acostumbrados a ver con el bastón de mando en la mano, utiliza metáforas como la del Minotauro global para explicar el origen de la Gran Recesión, cita a poetas como Dylan Thomas, está hambriento de sabiduría y no lleva corbata, con todo lo que esto implica. 

La peineta a Alemania

Primero fueron los halagos. A continuación las suspicacias. Y en el medio, Varufakis también se ha visto envuelto en las clásicas polémicas de turno como la del «montaje no montaje» de la peineta. El mes pasado, la prensa comenzó a hacer públicas unas imágenes del año 2013 en las que Yanis aparecía regalándole un gesto nada cordial a Alemania durante un discurso en Zagreb. El protagonista desmintió de inmediato y de forma tajante haber levantado el dedo corazón para insultar a los alemanes. La controversia ya se había enfriado cuando un cómico alemán dio la cara y aseguró haber manipulado las imágenes. La sorpresa de todo este asunto fue que el cómico confesó posteriormente que, en realidad, no había tenido nada que ver. Que lo del montaje era una broma. Pero, entonces, ¿fue verdad o no el levantamiento de dedo de Varoufakis  a Alemania?

¿Qué es lo que quiere Varufakis?

De cualquier forma, lo que ahora quiere el ministro es cambiar el rumbo del barco. Se niega a continuar con la política económica que hasta ahora se ha aplicado en Grecia. No quiere una extensión del rescate. No quiere seguir endeudándose. Quiere dejar de una vez por todas de deberle dinero a Europa. De la misma manera en la que rechaza el rescate, cree que fue un error que Grecia entrara en el euro, pero considera que ya es demasiado tarde para salirse. No quiere abandonar el euro y reclama un programa de reformas intensivo, un New Deal para Europa.