Masterchefs enfurecidos

TELEVISIÓN

08 jul 2014 . Actualizado a las 11:52 h.

MasterChef, el programa gastronómico de TVE, logró el miércoles pasado, en la resaca de la debacle de España ante Chile, un 23 % de cuota de pantalla. Un dato máximo para una segunda edición menos exitosa y de peor nivel culinario, pero también líder.

El espacio entra en su recta final y ha devorado en las últimas semanas a las demás cadenas durante el tardío prime time. Sus cocinas están más calientes que nunca, con un guion aderezado por la tensión y salidas de tono de los concursantes, e, incluso, por el primer abandono de uno de ellos, algo que eleva la audiencia pero que le sitúa en el ojo del huracán. Para muchos la cadena ha dejado que el concurso evolucione hacia un formato donde las críticas y los trapos sucios parecen comerse a los fogones, con la emisión de acusaciones, cuchicheos y broncas. Una deriva que lo aleja del espíritu propio de canal público, de la intachable fórmula que tanto rédito le dio en la primera edición.

Un nuevo rumbo que incomoda a algunos espectadores, pero que vende. Un concurso blanco como MasterChef también necesita ritmo y conflicto televisivo. Pero este no debe llegar a través condimentos explosivos, como aspirantes con ansias de protagonismo. Si conserva el equilibrio no perderá su esencia y retendrá el reconocimiento del público.