Una tribu impide la devolución de dos grabados al Museo Británico

J. Fraga REDACCIÓN

TELEVISIÓN

MATTHEW FEARN

Los aborígenes australianos pretenden que su patrimonio permanezca en su lugar de origen Grecia, Egipto y Etiopía batallan por la repatriación de piezas que están en el extranjero

01 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

LOS FRISOS DEL PARTENÓN. En 1810 Lord Elgin, el embajador inglés en Grecia, ocupada por los turcos, se llevó las esculturas de la construcción ateniense y las vendió al Museo Británico, donde permanecen. PIEDRA ROSETTA. Primero estuvo en manos francesas, después pasó a los ingleses. Está en Londres. NEFERTITI. Lo halló en 1912 el alemán Ludwig Borchardt y se lo llevó al Museo Egipcio de Berlín. El patrimonio cultural se encuentra habitualmente en dos lugares: su propio entorno y las colecciones de los museos. Estas últimas se han ido construyendo con bienes donados o adquiridos y que, en el caso de los grandes museos, son un reflejo de la historia de sus países. Estados Unidos, Reino Unido o Alemania ejercieron una posición de dominio internacional durante años, lo que les permitió comprar o hacerse por medios no legítimos con piezas de otras naciones. Pero estos países han comenzado a alzar sus voces para pedir la devolución de lo que un día formaba parte de sus ciudades y ahora luce en los museos de las grandes capitales. Un movimiento encabezado por Grecia, que lleva años tratando de que las esculturas del Partenón regresen desde el Museo Británico a su lugar de origen, y cuyo último capítulo se acaba de producir en Australia. Miembros de la tribu aborigen Dja Dja Wurrung han impedido la devolución de varios objetos de artesanía que pertenecen a las colecciones del Museo Británico y de los Jardines Botánicos de Kew y que habían sido prestados para una exposición en Melbourne. «Arrogancia cultural» Un portavoz tribal, Gary Murray, ha acusado a los museos de «arrogancia cultural». Entre las piezas figuran dos grabados sobre un soporte de corteza de madera, datados en 1845. Los aborígenes argumentan que estos bienes forman parte de su patrimonio y que están en su derecho a custodiarlos en su propio país. «Nos conectan con nuestra cultura y nuestros antepasados. Si no tenemos pasado, tampoco tendremos futuro», expuso Murray a la BBC. El representante aborigen estaba invocando el argumento por el que se exige la devolución del patrimonio a sus países: cada vez es mayor la conciencia de identidad basada en objetos culturales. Además, el patrimonio atrae turistas y se ha convertido en una importante fuente de ingresos. Estas dos dimensiones, la simbólica y la económica, son las que ha invocado Grecia con la esperanza de reintegrar al Partenón sus esculturas a tiempo para los Juegos Olímpicos. Se han creado comisiones, en las que también participan intelectuales ingleses, para presionar en favor de la devolución, pero ha sido en vano. El Museo Británico se defiende con el argumento de que en Londres los frisos son visitados por cinco millones de personas al año, que es allí donde mejor se conservan y que su adquisición fue legal. Más casos denegados No son casos aislados. Egipto ha pedido la cesión de la piedra Rosetta -también en Londres- para una exposición pero le fue denegada y tampoco ha logrado la devolución del busto de Nefertiti que se custodia en Berlín. Nigeria pretende recuperar 700 bronces de Benín del Museo Británico. Al menos Etiopía ha obtenido de Italia la propiedad de un obelisco que se llevó Mussolini. Por su parte, la Unesco recomienda la devolución del patrimonio cultural, pero no contempla el que fue trasladado antes de 1970.