El poeta de la chica de ayer

Rubén Santamarta Vicente
Rubén Santamarta REDACCIÓN

TELEVISIÓN

Maldito en la movida, tímido, fundador de Nacha Pop, ha sobrevivido a estigmas con sentidas lecciones de letra y cuerda

28 mar 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Mal acostumbrado a las etiquetas, a Antonio Vega (Madrid, 1957) le disgustó especialmente que hace diez años un decena de autores y grupos españoles dedicaran un disco a Ese chico triste y solitario . «La gente no sabe quién soy, cómo respiro», ha dicho en alguna ocasión. Pero es esa melancolía, la lejanía y su reconocida timidez la imagen que ha cultivado casi sin querer el que es, sin proponérselo, uno de los mejores compositores de los últimos veinte años. Sin embargo, su poesía apenas se ha prodigado en el último lustro. Apenas un par de nuevas canciones ( San Antonio y Materia oscura ) en tres años es poco para una persona que se ha servido de las letras y la guitarra para superar más de un trance. El último, hace apenas un mes, con la muerte de Marga del Río, su compañera y coautora de esas últimas composiciones. «Mi mujer, mi tesoro, mi ilusión, mi esperanza, porque me lo das todo», escribía en Básico (2002), hasta hoy su último trabajo. Ése ha sido el último trago en una vida que lo ha llevado por un tobogán durante los últimos setenta y los ochenta, entre la cima del éxito y el pozo de la heroína. Fueron los años más prolíficos, junto a su primo Nacho García Vega. Ambos eran la esencia de Nacha Pop, creado en 1978 y disuelto con alguna acritud en 1988, la banda que descubrió el lado más intimista de la movida con La chica de ayer . Con esa canción, compuesta por Antonio Vega durante la mili , himno para algunos de aquel tiempo (y vilipendiado por Enrique Iglesias) cierra ahora sus conciertos, sencillos, sin concesiones a su público. Permanece esa canción, junto a Lucha de gigantes , El sitio de mi recreo o Una décima de segundo , en la misa que interpreta Vega, alejado de focos y refugiado en las estrellas -ha redescubierto la física y la astronomía- después de su paso frustrado por facultades de Arquitectura y Sociología, y por una escuela de pilotos, cuando arrancaba la Transición. Pero se le cruzó delante la música, la droga a la que se enganchó antes que a nada.