Su segunda oportunidad

César Wonenburger REDACCIÓN

TELEVISIÓN

24 abr 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

Ahora aspira de nuevo a la gloria. El chico malo de los tatuajes y la voz rota que se permitía insultar a los productores que le daban trabajo, bebe agua, saca a pasear al perro, visita iglesias y casi no sale de casa. Sus antiguos colegas de correrías, carne de gimnasio, desaparecieron cuando se esfumó el dinero. «Durante años me enfrenté al sistema y, al final, el sistema me ha dado bien por detrás», ha dicho Rourke. Bob Dylan tuvo que insistir mucho para tenerlo a su lado en Masked and anonymus , porque el estudio no quería saber nada. Al actor, lo único que le queda es intentar recuperar algo de aquel talento que le hizo brillar. Quienes ya han visto sus últimos trabajos no dudan del éxito de su retorno. Gus Van Sant, director del remake de Psicosis, le ha escrito una carta elogiando su trabajo en Spun , donde interpreta a un narcotraficante. Y Robert Rodríguez, responsable de Once upon a time in Mexico, ha confesado que en un principio iba a darle un papel pequeño, pero que viéndole trabajar, hizo crecer a su personaje hasta convertirlo en uno de los protagonistas. «Cuando preestrenamos la película, la gente empezaba a aplaudir y a silbar al ver a Mickey Rourke en la pantalla. El público quiere que vuelva», ha dicho Rodríguez. Para el actor puede haber comenzado una segunda vida. Si Mickey Rourke se hubiese muerto después de haber protagonizado, en 1987, El corazón del ángel, de Alan Parker, hoy seguramente se lo recordaría como el James Dean de su generación. Pero su decadencia posterior lo convirtió en una especie de freak . Ahora, tras una década perdida, el actor que un día fue un gurú para intérpretes más jóvenes como Matt Dillon o Sean Penn, que acudían a sus rodajes por el placer de verlo improvisar, ha vuelto. A los 48 años y sin cobrar prácticamente ni un centavo, se ha puesto a las órdenes del único agente artístico que ha creído en él, David Unger, un joven cachorro de la poderosa ICM, y acumula ya tres películas seguidas: Spun, el debut del nuevo realizador Jonas Akerlund; lo último de Robert Rodríguez, Once upon a time in Mexico, y Masked and anonymus, que protagoniza el mismísimo Bob Dylan. Rourke se mira en el espejo de John Travolta, quien, después de haberlo sido todo, cayó en el olvido hasta que Quentin Tarantino lo hizo resucitar gracias a Pulp fiction. El protagonista de Nueve semanas y media , un título de culto, también busca ahora su segunda oportunidad en una industria que le había dado la espalda. De hecho su nombre no cotizaba en la bolsa de los actores desde que, en 1987, ganó el Independent Spirit Award por su interpretación del escritor Charles Bukowski en Barfly , de Barbet Schroeder. Para el cine hacía mucho que estaba acabado. Su nombre ya no atraía a nadie, como en los 80, cuando sus apariciones, en personajes casi siempre duros pero a la vez vulnerables, causaban furor sobre todo entre la parroquia femenina. El outsider que salió del Actor's Studio para trabajar a las órdenes de Coppola ( La ley de la calle), Michael Cimino ( La puerta del cielo) o Barry Levinson ( Dinner ) decidió cambiar de tercio tras el fracaso de Orquídea salvaje, en 1989, un porno suave en el que conoció a su segunda mujer, la modelo Carré Otis, con la que vivió una tormentosa relación marcada por varios episodios de malos tratos. Pasión por el boxeo De Hollywood se mudó a Miami. Su temprana pasión por el boxeo venció al impulso de interpretar. Rourke decidió probar suerte con los guantes. A principios de los 90, ganó algunas peleas, le partieron la nariz en tres ocasiones y su matrimonio se fue al garete por culpa de las malas compañías: moteros, pequeños gángsters y aduladores formaron parte de su corte particular. Durante su breve carrera, en los cuadriláteros ganó 1,5 millones de euros, la mitad de lo que llegó a cobrar por película en sus buenos tiempos. Pero se arruinó. En los últimos años, ha tenido que vender su mansión y sus coches para mantenerse. Los estudios sólo le ofrecían ya migajas, como un breve papel en La delgada línea roja que el director, Terrence Malick, eliminó por completo en la sala de montaje. E incluso aceptó aparecer en el vídeo musical de Hero , la canción de Enrique Iglesias,