EDUARDO GALÁN
31 ene 2002 . Actualizado a las 06:00 h.Ahora, muchos están dispuestos a creer que hay algo más detrás de Tom Cruise. Le han redescubierto después de que Alejandro Amenábar alabara la inteligencia y comprensión de la megaestrella metida a productor. Pero lo cierto es que, bajo la superficie de su célebre sonrisa, la tenacidad ha ido asomando poco a poco. La palabra tenaz es la que sus hagiógrafos emplean con más asiduidad para hablar del pasado de Tom Cruise: adolescente disléxico con una infancia difícil, pobre y errática. Los comienzos no presagiaban nada bueno, títulos teen con mucho acné y poco talento: Ir a perderlo y perderse, Risky Bussiness, La clave del éxito y Top Gun, que sería su primera gran taquilla. Pero, dentro de ese panorama desesperanzador, algún imán llevaba al joven actor a trabajar con Coppola (Rebeldes), Harold Becker (Taps) o Ridley Scott (Legend). Fue El color del dinero el punto de inflexión en su carrera artística. Allí, dirigido por Martin Scorsese, se atrevió a medirse con un veterano como Paul Newman. Le gustó la fórmula y repitió con Dustin Hoffman en Rain Man o con Jack Nicholson en Algunos hombres buenos. Lo asentaban en la industria cinematográfica películas mucho peores como fueron Cocktail, Días de trueno o Un horizonte muy lejano. En esta última cinta, Tom Cruise tejía la primera parábola cinematográfica de su propia vida: su personaje tenía que pelear, hasta llegar al sadomasoquismo, para conseguir el éxito y también a Nicole Kidman. Extrañas combinaciones Nacido el 4 de julio -Cruise vió la luz el 3- es el siguiente escalón, su primer trabajo indiscutible como actor, bajo la dirección de Oliver Stone, otro director de prestigio (que pronto dejaría de serlo). La tapadera, Entrevista con el vampiro y las dos entregas de Misión Imposible son extrañas combinaciones para seguir siendo número uno en ventas y al tiempo continuar con la metamorfosis a cisne. La que hizo en la película Jerry Maguire fue una interpretación pletórica, merecedora de mayor reconocimiento y en Magnolia, con la buñueliana secuencia en la que insulta a su padre moribundo, Cruise empezaba a quitarse la máscara que finalmente se arrancó del todo en la soberbia terapia de Eyes Wide Shut.