La última visita

CÉSAR ANTONIO MOLINA

TELEVISIÓN

GRANELL

El pintor y su esposa viajan en el tiempo durante una conversación en su casa Hace unas semanas, Granell mantuvo una charla con César Antonio Molina. Fueron los últimos momentos de una relación intensa y, probablemente, la última visita que recibió el pintor. Esta es su recreación literaria.

25 oct 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

DONDE quiera que se produzcan, incluso en estos últimos meses en el hospital, las tertulias con Amparo y Eugenio Granell son siempre divertidas, instructivas y algo nostálgicas. Eugenio, después de algún tiempo de internamiento, a sus casi noventa años, ha superado sus dolencias y regresado a su casa-estudio-museo de la calle Príncipe de Vergara, a donde voy a visitarlo como tantas otras veces. Antes, ambos fumadores empedernidos, me recibían en medio de una nube de humo que a mi, recalcitrante fumador, se me hacía a veces irrespirable. Ahora, ella lo ha dejado y él me dice resignado que sólo fuma una docena de pitillos diarios, emboquillados y negros. Le recuerdo que antes era uno por minuto: rubio, sin filtro y Camel. Esta pareja de nonagenarios, fuertes y resistentes como robles a las intemperies históricas del siglo XX y también al humo, serían un buen reclamo publicitario para la industria tabaquera tan perseguida y vilipendiada. Viendo a Amparo y a Eugenio, a pesar de los achaques, con tan buena pinta y humor, nadie diría que se han fumado plantaciones enteras de esa hoja. Eugenio, como tenía María Zambrano y mi padre, aún conserva su huella amarilla en los dedos de su mano derecha, con la que ha escrito y pintado otras maestras. Charlamos, como de costumbre, en su amplia sala de estar rodeados de libros, fotos históricas, sus últimos cuadros sin finalizar y dos objetos simbólicos y sentimentales muy importantes en su vida. Un gran cartel de la CNT editado en la guerra civil: un combatiente con casco y espada bajo el lema: «Salud heroico combatiente de la Libertad»; y un banderín con la enseña republicana cuya tricolor, a pesar de los años, mantiene el brillo. Una de las noticias que más le han entristecido es el fallecimiento del profesor Benítez, el antiguo rector de la Universidad de Puerto Rico durante los años que vivieron en la isla, un gran amigo de los republicanos españoles exiliados a quienes ayudó, entre ellos a Juan Ramón Jiménez. Granell me enseña el catálogo que le acaban de enviar desde Portugal, de una exposición que ha compartido con su amigo el también pintor surrealista Cruzeiro Seixas. Eugenio, que sabe tocar varios instrumentos musicales, entre ellos el violín, se muestra apesadumbrado de no lograrlo con la gaita. Le gustaría haber sido uno de aquellos gaiteiros gallegos que, en el desfile de San Patricio, en Nueva York, se hacían pasar por irlandeses. Amparo comenta que el violín que los ha acompañado toda la vida requiere un violero, maravillosa palabra que pocas veces he oído frente al galicismo luthier. «Yo también lo necesito», comenta Eugenio carraspeando. Y así pasamos esta tarde calurosa en Madrid.