EL NEGRO

La Voz

TELEVISIÓN

INTERFERENCIAS / Miguel A. Fernández

24 oct 2000 . Actualizado a las 07:00 h.

Blanco sobre negro no podía pasar de Ana Rosa y de su marrón literario a propósito de la maldecida figura del negro. Pero Sánchez Dragó no decepcionó. Hasta incluyó un golpe de efecto al ocultar bajo un disfraz de El fantasma de la Ópera a uno de sus siete contertulios, que reconocía ser un activo mercenario de las letras. No salió mal parada la imagen del asalariado que vende su oficio para que otros se forren, aunque el más beligerante, acusando al gremio de prostituirse, fue José Luis Coll (que se confesó negro hace cuarenta años, o el propio Dragó, que lo fue para una enciclopedia). El debate permitió conocer los entresijos del oficio y también se cuestionó el tinglado de las grandes editoriales en España. En principio, aunque hubo unanimidad en que lo de Ana Rosa acabará medio apañado entre las empresas afectadas, pareció quedar claro que ya nada será como antes. Dragó se permitió atribuir este caso concreto a los perniciosos efectos de la telebasura, esa vorágine mediática que fabrica estrellas gaseosas que más tarde se creen con derecho a publicar y viceversa. El torrente de ideas transcurrió fluido y por una vez se aparcó la trascendencia en tan ilustre plató para dar paso al lenguaje de la calle. El moderador nos había prometido al comienzo que quizá acabaríamos conociendo la identidad del tal fantasma antes de concluir el programa. Y cumplió. Era Francisco Zamora. No sólo era un negro sino que además ¡era negro!