Van Morrison hechiza el Coliseo

V.S. A CORUÑA

TELEVISIÓN

El cantante irlandés desparrama su torrente vocal en A Coruña ante 10.000 fieles El río de su voz se desboca y toma meandros turbulentos. Luce sombrero, orondo, serio y paticorto. Sí, es él. Van The Man. Por fin. Se acabó la espera. A Coruña y Van Morrison por fin en la misma órbita. El león desgarrador. El fiera de mi «niño». Garganta negra, tez blanca. Cuando Van canta, el reloj se para y el corazón se acelera. Es tiempo de goce, de viaje espiritual por la geografía de lo bello. Ocurrió ayer, en el Coliseo. Diez mil lo pueden contar.

07 oct 2000 . Actualizado a las 07:00 h.

La peor orquesta de Belfast seguro que tiene un escenario más espectacular que el del mito. Pero no es el irlandés de esos artistas que intentan ocultar sus canas musicales con una sobredosis de watios. Van es un tipo íntegro. Ofrece la música desnuda, en su estado natural, como si fuese el zumo de una roca irlandesa. Un juego de luces digno de programa de la TVG de los inicios y punto. Lo de menos es el envoltorio. Importa el contenido. El concierto arranca y el público se hace un lío. Cinco tipos trajeados saltan al escenario. La mayoría se pregunta si son los teloneros. No hay teloneros. Son Red Hot Pokers, la banda de Van en esta gira, y Leo Green, el saxofonista habitual del irlandés. Suenan dos temas e irrumpe Linda Gail Lewis. A la sexta, con el personal temiendo que Van haya dado la espantá, la hermana de Jerry Lee anuncia a «míster Van Morrison». Alivio. Aplauso orquestado. El primero. Llegarían más. Tiempo de country, tiempo de rock y tiempo de blues. Van, Linda y cía recorren You win again, lo último del mito. La primera canción que brota de la garganta de Van es Think twiee before you go, incluida en este álbum. El público aguarda por los clásicos, que llegarán. El primero con el que vibra es Bright side of the road, conocido por la mayoría del público por la versión que hizo de él Danza Invisible. Se exalta también con Leo Green, saxofonista sublime que abruma con sus desgarradores solos. Toma Leo un rol principal y la estrella, el secundario. Pero cuando Van se acerca al micrófono queda claro quién manda allí arriba. Si Alejandro Sanz tiene el corazón partío, Van Morrison tiene el alma en pedazos. Y sus migajas brotan por su boca, mendrugos de miel y hiel, dulces e hirientes. Vitamina vital. Música que alimenta el espíritu. Salida del fondo de un pozo sin fondo. Ahora susurra. Ahora chilla. Ahora, ¿llora? Van hace bang, bang, dispara con silenciador a la diana del espíritu.