Patrocinado porPatrocinado por

Astilleros Garrido: construyendo barcos a lo largo de tres siglos

leticia castro O GROVE / LA VOZ

SOMOS MAR

Pepe, Carlos y Fabián son los últimos carpinteros de ribeira al mando de un negocio familiar fundado en O Grove a mediados del siglo XIX, y un oficio que se queda sin relevo tras cinco generaciones

24 mar 2023 . Actualizado a las 16:09 h.

La historia de Astilleros Garrido es, quizás, de las más longevas de O Grove. Imposible entender la cultura marítima sin su oficio. Pepe, Carlos y Fabián son la quinta generación de carpinteros de ribeira al cargo de un negocio que fue fundado por su tatarabuelo Manuel en el año 1850. En una pequeña nave de apenas cien metros ubicada a poca distancia de Lordelo, comenzó fabricando chalanas, chalupas y gamelas, las primeras en salir del taller. El pueblo vivía prácticamente del mar, por lo que el astillero jugaba un papel fundamental. Quién le iba a decir a Manuel Garrido que casi dos siglos después el negocio seguiría abierto y funcionando. Se ve que la familia transmitió bien aquella pasión por la carpintería de ribeira

A Manuel le sucedieron un hijo y un sobrino, y algún nieto, que trabajaron en dornas y motoras. El abuelo de los actuales propietarios, otro Manuel Garrido, cogería el relevo en 1930. Con sus manos hizo realidad el Voltaire, una embarcación de catorce metros de eslora para la pesca de la sardina, que fue dotada de un motor auxiliar de gasolina. 

El padre de los que hoy regentan el negocio, José Garrido Vidal, tomó las riendas en 1960. En aquella década había mucho trabajo, pero apenas se ahorraba, así que José tuvo que marchar a Brasil y Venezuela para ganar un dinero que poder invertir en el astillero meco y hacerse con la maquinaria necesaria. Estuvo unos años en grandes astilleros al otro lado del charco. «O certo é que aquí había traballo pero non se ganaba, facíase un barco, rematábase e xa non quedaban cartos», explica Pepe. A su vuelta, José compró una sierra de cinta de segunda mano, una Kirchner, que aún sigue funcionando. Es una reliquia que en cierta manera preside el taller, y tan bonita que Pepe dice que algún día acabará decorando el salón de su casa. 

De la maquinaria más vieja queda también un regrueso, la última pieza grande que adquirió su padre. La cepilladora y la escuadradora solo llevan quince años con ellos, y las herramientas más antiguas fueron donadas al Museo da Salga, en Moreiras, donde permanecen expuestas. «Alí están as máis relevantes, coas que traballaba meu avó, aínda que pode haber algunha máis antiga incluso», comenta, «sobre todo cepillos de madeira, serras de tronzar, de arco...», comenta.

Pepe fue el primero en incorporarse, comenzó en el oficio a los catorce años, ayudando a su padre y atendiendo a cada detalle, «aínda que xa antes andaba por alí a curiosear». Fue en esos años cuando se construyeron las primeras mejilloneras, que en aquel momento, como ahora, se fabricaban con madera. «Iso axudou a que o negocio fose tirando», cuenta. Unos años más tarde sería Carlos el que se uniría al negocio familiar, y a la muerte del patriarca, en 1988, llegaría también Fabián.

El trabajo en el astillero se realiza como antaño, aunque ahora hay mucha menos construcción de barcos. «Ao que máis nos dedicamos realmente é á náutica de recreo», señalan. En los cuarenta y ocho años que lleva Pepe en la nave, cambiaron muy pocas cosas, «mudaron algúns produtos, pero o sistema construtivo é o mesmo», explica, «co meu pai faciamos só construción a tope, a clásica, agora o que facemos é madeira laminada, alistonados, o que lle chaman novas técnicas, aínda que teñen case cen anos», dice.

En realidad ellos son unos maestros de los que aprender un oficio que ya no tiene relevo, al menos en su caso. Y es una lástima que todos esos conocimientos se pierdan. No son ingenieros ni matemáticos pero saben no solo fabricar el barco, sino diseñarlo desde cero, documentándose a fondo, como cuando en 1995 construyeron la dorna A Meca, su niña bonita. «Foi a primeira que fixemos sen ter deseños nin nada de onde partir, fomos mirando fotos antigas, falando con mariñeiros que andaron de rapaces nese tipo de barcos e con Caamaño, un carpinteiro dos de antes», recuerda. Con esa información hicieron la maqueta y sacaron las formas, «e como navega…!», cuenta con orgullo Pepe. Tras ella en el 2003 construyeron la Irmandiña. Ambas forman parte de la flota de la asociación de la Dorna Meca, que pone en valor la cultura marítima tradicional en el municipio. También restauraron el Rakú. En la Dorna Meca hay, además, dos embarcaciones hechas por su padre, «a Laxe de Boibas e a Rubiasa». Muchos barcos alrededor del planeta llevan el sello de los Garrido: los galeones de Sanxenxo, la réplica del bote de 1850 de Calafell, y un sinfín de ellos más.

El oficio de los Garrido requiere sobre todo de tiempo, porque ellos se encargan de todos los procesos. Cuando hay que construir un barco también hay que ir al monte, escoger los árboles «e no seu tempo tiralos abaixo e serralos», explica Pepe mirando para un montón de madera que hay apilada en el exterior para que vaya secando.

Una vez en las instalaciones, «facemos primeiro un medio casco, e de aí sacamos as formas do barco, imos desmontando as liñas de auga, trazando o taboleiro, e mirando a ollo por onde pode flotar e por onde non, aquí non hai cálculo». Ese trazado se pasa a escala real y de ahí sacan las cuadernas, «é un proceso moi bonito, pero que non se aprende da noite para a mañá». Y es que ninguno de los barcos que hay por aquí está hecho con planos de ingeniero; están hechos por carpinteros de ribera. El oficio se extingue y sin una formación reglada que atraiga el interés de los más jóvenes tiene, por desgracia, los días contados.

MONICA IRAGO

Desde 1850. Los astilleros Garrido están en O Grove, en la zona de Lordelo, a un tiro de piedra del puerto pesquero. Se han convertido en un emblema de la localidad.