Un 80 % de la población de esta región de Portugal vive de un fruto amenazado ahora por las plagas

María Cedrón

No es tiempo de recolectar castañas, pero en Río Bom, una aldea ubicada en medio de la Serra da Padrela, en la freguesía de Carrazedo de Montegro, en el concello de Valpaços (Trás-os-Montes), en Portugal, la castaña nunca deja de estar en temporada. Porque ahí las plantaciones se trabajan todo el año. Hay época de recolección, de poda... Ahora que los árboles todavía están desnudos es el momento de mantener las fincas, de hacer pruebas en el suelo para incentivar la producción ecológica, de abonar, de injertar... Esa es una labor que Rui y Joâo apuran en una finca cercana al pueblo. Lo hacen, dicen, «ao modo prehistórico», usando el método de flauta. Traen ramas de árboles de alta calidad y con su corteza elabora una especie de tubos que acoplan a una rama del árbol que quieren injertar. «Ya está», explica Joâo, mientras maneja la navaja como quien ha nacido con ella en la mano. Rui le ayuda. Hace cuatro años regresó de Canadá, donde estuvo emigrado más de 30: «Volví porque murieron mis padres. Tenía que encargarme de esto. No se podía abandonar».

Rui y Joâo trabajaban insertando castaños en una finca cerca de Río Bom el pasado martes
Rui y Joâo trabajaban insertando castaños en una finca cerca de Río Bom el pasado martes VÍTOR MEJUTO

Porque en esa parte de la Serra da Padrela los que vivieron los ochenta saben bien que la tierra no hay que dejarla a su suerte, hay que cuidarla porque puede salvarte. Aunque ahora que plagas como la avispilla o el cangro del castaño han puesto en peligro su maná dejando al descubierto el problema del monocultivo -hay una masa de unas 16.000 hectáreas continuas de castaños-, el riesgo de despoblación y abandono comienza a sobrevolar el ambiente.

Cuenta Dinis Pereira, propietario de Agromontenegro, una empresa fundada en 1989 y que ahora es una de las comercializadoras y productoras de castaña más importante de Portugal, con una producción diaria de hasta 100 toneladas, que allá por los años ochenta la producción de patata dominaba la agricultura en Terras de Montenegro, pero los precios cayeron tanto que la gente no tuvo más remedio que encomendarse a la castaña. Y lo hizo del mismo modo que un desesperado se encomienda a Dios para sobrevivir. Las plantaciones cambiaron, los montes respondieron y ahora es la principal fuente de ingresos de las freguesías de la zona. «En Terras de Montenegro queda poca gente -dice Dinis- pero más de un 80% viven de los castaños». Hasta en el minúsculo huerto del único bar de Río Bom crecen plantones de castaño para trasplantar.

Solo él tiene empleadas 20 personas a tiempo completo que aumentan a setenta entre octubre y febrero, la época de recolección, cuando Tras-Os-Montes se convierte en una torre de Babel con gente llegada de otras partes de Portugal, Nepal, Pakistán... que vienen a hacer la campaña.

Las plantaciones de castaños se extienden entre los molinos de los parques eólicos en Padrela
Las plantaciones de castaños se extienden entre los molinos de los parques eólicos en Padrela VÍTOR MEJUTO

Y buena parte de la castaña que recogen -sobre todo de la variedad judía (en torno a un 80 % del total), aunque también hay Longal, Lada, Negral, Côta y Negra- está amparada por la denominación de origen Padrela, nombre de otra aldea ubicada a unos kilómetros de Río Bom, en un lugar alto en el que ejércitos de castaños se mezclan con batallones de molinos de los parques eólicos.

 Grandes mercados

Porque desde esa parte de Tras-Os-Montes sale castaña Judía para Brasil, Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, el Reino Unido... y también para Galicia, donde la escasez de producto de calidad obliga a la industria a comprar en este mercado para responder a sus compromisos. «La Judía es de alta calidad y se conserva muy bien en fresco. Aguanta bien el viaje en contenedores durante 30 días», explica Dinis Pereira. Y lo relata mientras muestra los sacos en los que viaja. Cada uno en un idioma, pero todos dicen lo mismo: Calidad Excelente.

En Carracedo de Montenegro, la capital del municipio, saben bien todo lo que le deben a la castaña Judía
En Carracedo de Montenegro, la capital del municipio, saben bien todo lo que le deben a la castaña Judía VÍTOR MEJUTO

«La producción bajó un 20 % por la avispilla. Hay que actuar ya o la gente va a abandonar»

Mucho antes de que Portugal solicitara su rescate a la troika en el 2011, la castaña ya fue un salvavidas para muchos pueblos de la montaña de Tras-Os-Montes. Pero esos mismos núcleos vuelven a estar ahora en peligro. El culpable es un pequeño insecto que también está devastando árboles en Galicia: la avispilla, una plaga a la que hay que sumar otras enfermedades que acechan a estas plantaciones, como el cangro del castaño o la tinta. «La producción ha bajado ya un 20 %, pero en unos dos años podríamos estar hablando de un 50 %», explica Dinis Pereira mientras muestra cómo el insecto ataca uno de los árboles de una plantación experimental cerca de Río Bom.

Dinis Pereira muestra la castaña seca que guarda en el almacén de su empresa Agromontenegro
Dinis Pereira muestra la castaña seca que guarda en el almacén de su empresa Agromontenegro VÍTOR MEJUTO

Él, que nació en ese pueblo al que se llega por una carretera que serpentea entre la masa continúa de castaños de variedad judía más grande de Europa, sabe bien que, de no actuar contra ese pequeño enemigo, la batalla la va a ganar la despoblación. «El castaño se ha convertido en el monocultivo de la región, lo que supone un grave peligro». La Administración, dice, tiene que poner de su parte para evitar que el problema vaya a más: «La lucha biológica tiene que actuar, pero le lleva su tiempo - explica-. La avispilla es hermafrodita y también es rápida. Es capaz de recorrer 10 kilómetros y poner 200 huevos. El Torymus, su depredador, se reproduce en pareja, recorre 300 metros, pero solo pone unos 70 huevos». Por eso, urge respaldo de la Administración a la falta de rendimiento del sector vital para Tras-Os -Montes.