Arancha Martínez, fundadora de la oenegé It Will Be: «Salvamos la vida a un niño con un labio leporino, que en la India consideran una maldición»

Caterina Devesa A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

Arancha Martínez es una de las ponentes del congreso Lo que de verdad importa que se celebra este viernes en A Coruña
Arancha Martínez es una de las ponentes del congreso Lo que de verdad importa que se celebra este viernes en A Coruña MARCOS MÍGUEZ

Es una de las ponentes del congreso Lo que de verdad importa que se celebra hoy en A Coruña, en donde relatará cómo un viaje al país asiático le cambió la vida: «Trabajaba en banca con un sueldazo y decidí quedarme cinco años en la India»

03 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Arancha Martínez Madrid (Madrid,1994) destaca la importancia del congreso Lo que de verdad importa. «Si con 16 años hubiese acudido a una ponencia de este tipo, quizá no hubiera tardado tanto en darme cuenta de que era una privilegiada». Porque con 24, y tras viajar a la India, la mujer, licenciada en Ciencias Empresariales, se dio cuenta de que «vivía en una burbuja. «Trabajaba en banca en Dublín con un sueldazo para mi edad, pero la felicidad no es eso». Tras vivir 5 años en el país asiático volvió a España y decidió aplicar sus conocimientos y las nuevas tecnologías para aportar soluciones en la difícil tarea de ayuda humanitaria. Por ello, en el 2018 fue reconocida con el premio Princesa Girona y un año después con el de Mujeres innovadoras de la UE.

—¿Llegó a India en el 2008 como voluntaria? Por qué ese país? 

—Siempre había querido ir y aproveché un tiempo que tuve antes de una propuesta de irme a Londres a trabajar para viajar allí. Me di cuenta de que era una privilegiada poco después de aterrizar. Empecé a ver niños en la calle que daban golpecitos en la ventana del coche pidiendo dinero, también trabajando, y mujeres en condiciones terribles, viviendo debajo de puentes. Yo en ese momento vivía en Dublín  y trabajaba en un banco, tenía un sueldazo para mi edad entonces, 24 años, y ver todo eso fue una bofetada de realidad. Ahí me di cuenta de que el mundo es muy grande y de que yo vivía en una burbuja. No volví en la fecha prevista y me quedé cinco años viviendo en la India.

—¿Cómo fue la reacción de tu entorno?

—Al principio no se aplauden este tipo de decisiones, pero es por miedo. El de tus padres al no saber dónde estás, cómo vives y si te va a pasar algo. Todo cambió cuando vinieron a verme, desde entonces mi entorno se ha  volcado conmigo porque igual que yo, abrieron los ojos. Se dieron cuenta de que había encontrado mi sitio y mi vocación, y me dieron todo su apoyo.

—Hizo un máster en gestión de oenegés, ¿cuánto cambia el papel de la realidad?

—El máster lo hice a distancia años los años que estuve en India, porque entendí que tenía que formarme ya que, aunque tenía formación porque había estudiado Ciencias empresariales, las oenegés tienen sus peculiaridades. Realmente lo que me ha enseñado han sido los 5 años viviendo en la India. Efectivamente, la universidad te da conocimientos, pero vivir ahí, conocer la cara más pobre del país, vivir en extremo esa tolerancia al dolor, esa injusticia, me dio instrumentos para  trabajar. Aprendí lo que es realmente vivir en comunidad, cuidarse unos a otros. Sin querer, las mujeres con las que trabajé allí fueron mis mejores profesores, mis grandes mentoras.

—¿Cuándo su cabeza dio el cambio?

—Realmente el clic lo hago a los cinco años. Cuando volví a España vi clarísimo que podía hacer un montón de cosas porque en mi mundo privilegiado tenía contactos, mis amigos estaban trabajando en empresas grandes que en esos años habían ido aplicando la última  tecnología. Sumando ese entorno con mi bagaje y el conocer esas necesidades, y que existen soluciones para ellas, fue lo que me llevó a montar mi organización, It will be. 

—¿Qué hace su organización?

—Llevamos la innovación a los sectores de ayuda humanitaria para solventar problemas básicos como puede ser la falta de datos de la cantidad de niños que hay en la calle en la India. En el banco con un solo botón tenía acceso a toda la información de mis clientes, quise trasladar eso a las oenegés. Desde esa idea, desde el 2013 he liderado diferentes proyectos, el más reconocido ha sido el que me sirvió para ser reconocida con el premio Princesa Girona. Se trata de Child PPa, un sistema de reconocimiento biométrico para la identificación fidedigna de personas no documentadas. Gracias a él desde el 2013 hemos sacado a más de 67.000 niños en la India. Ha sido costoso porque estos proyectos requieren una gran financiación y, normalmente, la gente que colabora con estas entidades quiere que su dinero llegue a necesidades básicas, como la comida, pero realmente, con esta financiación los que han participado le han cambiado la vida a un montón de infantes. 

—¿Cómo fue el proceso de conseguir financiación?

—Fue duro, nos endeudamos y por supuesto pusimos dinero los propios fundadores. Después, conseguimos apoyos de entidades americanas, ya que curiosamente allí está más extendido el ámbito de la innovación en filantropía. Conseguir colaboraciones pro-bono es lo más costoso. Pero cuando tienes algo tan claro como lo tenía yo, porque hay herramientas que se usan en otros sectores que pueden mejorar tanto la ayuda humanitaria, sigues trabajando. Al final, va saliendo, pero he rezado muchas noches para que te llamen y te digan que sí ha salido tal donación.

—Una vez explicó que miden su éxito en cómo cambian la vida a la gente. ¿Qué historia le ha marcado más?

—Pues que literalmente le salvamos la vida a un niño indio que nació con un labio leporino, algo que allí se considera una maldición. Contaré su historia en el congreso de este viernes en A Coruña. Su madre, por instinto maternal, nos lo trajo y pudimos operarlo. Gracias a eso ahora es un chico de 13 años que vive en familia y al que lo quieren. Hay que poner las historias de la gente, darles voz, contarlas y demostrar como gracias a la bondad de personas que usan bien sus privilegios, otros muchos pueden salir adelante. Para mí eso es el éxito, no voy a menospreciar los premios, pero lo que más feliz me hace es ver cómo le cambiamos la vida a las personas para mejor.

—Fue reconocida con el Princesa Girona en el 2018 , ¿qué supuso para usted?

—Pues surgió porque un amigo mío, que trabajaba en Guatemala, me dijo que me presentase y lo hice sin pensar que podía pasar, pero precisamente teníamos que devolver el dinero que habíamos tenido que pedir para poner en marcha la tecnología y estaba apuntandome a otras convocatorias. Lo hice sin pretensión, pero que me lo otorgasen sirvió para darle visibilidad a lo que hacemos y al proyecto.

—Un año después fue reconocida por la Unión Europea con el galardón Mujeres Innovadoras.

—La ayuda humanitaria es un sector en el que falta presupuesto, todos los cambios tecnologicos de otros ámbitos, aquí no se aplican. Hay oenegés que siguen sin base de datos trabajando con lápiz y papel. Por eso, recibir el premio de la UE fue también  un subidón. Sirvió para poner el foco en lo que hacemos y recibir una dotación económica importante.

—¿Qué es lo que de verdad le importa?

—Creo que lo que a todos nos importa de verdad es ser felices, el tema es qué es ser feliz para cada uno. Creo que la sociedad tiene que replantearse el concepto de éxito,  sobre todo en el caso de Occidente, en donde se nos ha inculcado que el éxito es tener riqueza material, un sueldazo, disponer de todo lo que queramos, y eso, es un error. Ser feliz es el fin y para ello hay que darle un sentido a la vida, cambiar la mente. En mi experiencia personal he descubierto que realmente ser feliz tiene muy poco que ver con lo material y mucho con servir y hacer feliz a las personas de tu alrededor. Para eso hay que trabajar en educación. Con 23 años tenía mucho más sueldo que ahora y ahora soy más feliz.

—También destaca que no hay que irse a la India para ayudar, ¿qué podemos hacer desde aquí?

—Sí, hay que darse cuenta de que vivimos aislados y de que fuera de ese muro de personas con privilegios hay otras realidades. Tenemos que acercarnos a ella, hasta que no te acercas a la pobreza, hasta que no lo sufras y te sientas parte del problema no podrás ser parte de la solución. Eso comienza por aproximarte a zonas diferentes, puede ser en tu propia ciudad porque en todas partes hay pobreza.