Mireia López, una monja que trabaja en el hospital de Whitechapel, al este de Londres, desde el 2008, habló a la reina de su compromiso con los pacientes. «Como enfermeras nos aseguramos de que no estuvieran solos. Les cogíamos las manos, les enjugábamos las lágrimas y les dábamos consuelo», expresó López. «A veces parecía que estábamos corriendo una maratón sin línea de meta», añadió.
Polly Fitch, una psicóloga clínica que dirigía el equipo de apoyo a las familias de la unidad, describió cómo se ponía información al lado de las camas de los pacientes para que el personal médico conociera sus antecedentes, y el imán Faruq Siddiqi, un capellán que forma parte del equipo multiconfesional del hospital, dijo que su presencia era vista con una sensación de «esperanza» por las familias.