La residencia Porta do Camiño de Santiago, el lugar donde nunca entró el miedo

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO

SOCIEDAD

Sandra Alonso

El centro que inauguró la vacunación en Galicia no tuvo ni un solo caso de covid hasta la sexta ola. Sus residentes solo echaron de menos salir a pasear por las calles

13 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En apariencia, la residencia Porta do Camiño de Santiago ha cambiado mucho con la pandemia. Este edificio histórico del centro de la ciudad luce ahora espacios nuevos, diáfanos y abiertos. Pero la vida en su interior no ha variado en esencia, aunque sí sus usuarios. Bueno, ellos y todos. «El virus nos cambió a todos, a ellos, a mí. Nos ha hecho más desconfiados, nos acercamos menos», dice Vanessa Castro, la directora.

Es uno de los centros de válidos de la Consellería de Política Social. Es también uno de los que acogieron a los usuarios contagiados de otras residencias, mientras ellos se trasladaban a un hotel de las afueras. Es también el que inauguró la vacunación en Galicia. Lo hizo con Nieves Cabo, quién no se acuerda de su alegría y desparpajo. Nieves sigue allí, alegre y dicharachera. Pero también están Carmen Suárez, Teresa Otero, Celso Carnero, Ramón Alende del Río... Unos llegaron antes y otros después de la pandemia. Ramón lo hizo hace unos meses. No le es extraña la residencia, fue barbero durante 15 años en el centro social anexo. Todos los días va a su casa, andando o en autobús, «a varrer, limpar e ter a casa ben», dice.

Su compañero de habitación, Celso Carnero, ourensano emigrado, acaba de aterrizar. Vivió 50 años en París, «por desgraza, penso que cada un debe vivir onde nace», cuenta. No tiene hijos y su mujer falleció de alzhéimer hace siete años. Pasea mañana y tarde y se ha adaptado de maravilla. «Ademais -añade- o compañeiro é unha excelente persoa, iso é unha sorte».

El virus acaba de entrar en esta residencia. En dos años no lo hizo. Pero en días pasados tuvieron un pequeño brote de unos 12 usuarios, todos leves. La primera fue María Teresa Otero Sánchez, que nació a cien metros de la residencia y vivió toda su vida a otros cien metros. Explica que tuvo el coronavirus «cuando no era famoso» y meses después, en noviembre del 2020, decidió venir a este centro. Carmen Suárez, de A Baña, lleva cinco años viviendo aquí. Nunca tuvo miedo, ni ella ni ninguno de los otros usuarios. Es curioso, pero estos mayores no experimentaron nunca el temor al virus. «Yo no tuve ninguno. De hecho, ahora cuando me descubrieron el covid me llevé una sorpresa», explica Teresa.

Celso se levanta a las siete de la mañana. Pero, cuando se le pregunta por semejante madrugón, se sorprende, «na emigración erguíame ás cinco». Insiste en que miedo, «nunca». Con el confinamiento, cuando no se podía salir de casa, cogía un carro de la compra, metía un repollo y pan y se iba a pasear. «Se me paraban dicía, veño de comprar», apunta este ourensano del barrio de O Couto.

Vanessa asegura que la organización de la residencia sí ha cambiado dos años después. Las medidas de control para evitar los contagios implican mucho trabajo diario. Ya no se puede acceder a la parte residencial, por lo que las visitas se hacen en el centro sociocomunitario y siempre con cita previa. También se ha mejorado en coordinación y, sobre todo, en instalaciones. Para Vanessa, esta ausencia de miedo es más que entendible: «Esta xente non ten medo de nada, houbo quen pasou guerras, emigraron, pasaron fame, teñen mil historias e esta foi unha máis». Lo que más les preocupaba durante los peores meses era no poder salir a la calle, ellos que desde la ventana veían a la gente caminar por el centro de la ciudad. Ese era su mayor aliciente y, de repente, se vieron encerrados. Ahora vuelven a pasear, pero se ha hablado de ellos, que fueron el epicentro y las víctimas de una pandemia horrible, y eso no puede olvidarse.