El puño rebelde de la Tierra

SOCIEDAD

JOSE MANUEL CASAL

La Pedra Cabalgada do Brazal es el puño rebelde de la Tierra dando testimonio de su fortaleza. Está próxima a la ruta de los peregrinos a Fisterra y es el gran agasajo geológico de esta planicie dumbriesa.

23 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En Dumbría ajardinan y alfombran el paso de los peregrinos que buscan en Fisterra y Muxía el abrazo del sol al final de la ruta. Muy cerca de la senda hacia el fin, entre las parroquias de Buxantes y Olveiroa, hay una pista de zahorra que lleva hasta la Pedra Cabalgada de Brazal (Buxantes), un puño erguido como una muestra de fortaleza y resistencia desde tiempos inmemoriales. Una suerte de agasajo geológico, un monumento natural que bien podría ser el gran icono dumbriés. La anuncia la Pedra do Gato, a la derecha, y a la izquierda, el Monte das Cabras, y a su lado, el castro de Logoso. Y ahí está la gran mole, en equilibrio sobre una roca y unida por un estrecho pescuezo.

Admira que sus 150 toneladas se mantengan sobre un apoyo de apenas un metro. Había una tradición que la convertía en una especie de altar de unos gigantes de leyenda y que en lo alto tenía algún tipo de inscripción o grabado. No hay tal cosa. Solo pilastras formadas por la erosión del agua. La más grande tiene casi un metro de diámetro y unos 50 centímetros de profundidad. En verano, los cuervos abrevan en ella mientras.

Cuenta Modesto García Quintáns, cartógrafo que midió sus dimensiones, que la Pedra Cabalgada do Brazal estuvo a punto de desaparecer en los años sesenta, cuando unos obreros trataron de apostarse unas cervezas y unos bocadillos a que una pala mecánica que hacía obras en el entorno era capaz de derrumbarla. Ahora, la gente que llega a su pie la admira en silencio como si le estuviese dirigiendo alguna suerte de oración laica en acción de gracias por este prodigio de la naturaleza.

Justo frente a la gran roca, a unos 300 metros sobre el monte que la protege de los vientos del Este, está el castro de Logoso. Un pequeño esfuerzo para la pronunciada subida permite gozar una gran vista panorámica y de las trazas del yacimiento, del que se ven los restos de las paredes apenas cubiertas por algunos tojos. Las piedras claras de los muros, lavados por el agua y el viento, mantienen sus estructuras muy nítidas. Lo protege un sólido murallón, en parte venido abajo, y se distinguen, al menos, tres construcciones concéntricas.

El fuerte viento habitual da un aspecto épico al lugar, que está salpicado de otras grandes rocas en equilibrio e incluso alguna de ellas forma una especie de refugio que bien pudieron aprovechar los pastores de otros tiempos para guarecerse. A lo lejos se ve la fachada posterior del monte de O Pindo, el eterno guardián geológico de este territorio bañado por el Xallas, que no muy lejos canta libre entre las piedras y cantos rodados después de soltarse del salto de Ponte Olveira y se distrae en las proximidades formando meandros. Con uno de ellos abraza la Devesa de Anllares, al otro margen (en Mazaricos), formando collares blancos alrededor de los guijarros y de las rocas del lecho y de los márgenes.

El que quiera distraerse por el entorno, en las proximidades están los petroglifos de Pedra Ancha, descubiertos por Modesto García en 1991: dos puñales, tres alabardas, otras tres figuras en forma de escudos y unas cruces, estas históricas. La paz de estos campos añade encanto al tránsito por sus sendas.