Miguel de la Cierva: «Soy un buen mayordomo»

SOCIEDAD

MONICA IRAGO

El responsable del Náutico de San Vicente do Mar, embarcado en un verano con un cartel oculto, dice que en su local la moneda de cambio no es el euro sino el cariño

21 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hoy en día hay un local en Galicia de música en directo con leyenda, ese es Club Náutico de San Vicente do Mar. Allí suele estar Miguel de la Cierva (Madrid, 1970), entre su fiel clientela y algunos de los músicos más relevantes del panorama nacional. Todos le dirán lo mismo: adoran ese local.

-Nació usted en Madrid.

-Sí, pero fue en el año en que mis padres se mudaron a San Vicente do Mar. Nací el día antes de una mudanza, por decirlo así.

-¡Qué oportuno!

-Mi padre construyó la primera urbanización que se hizo en San Vicente. Fue el intento de hacer una urbanización modelo que demostrara que era compatible la llegada del turismo con otra forma de urbanizar distinta a lo que se hacía entonces. La iniciativa, como empresa, fue ruinosa. Y lo único que nos quedó fue el Náutico.

-Vaya.

-El local se quedó unos cuantos años sin un propósito claro hasta que mis hermanas lo abrieron en 1984 como pub, de forma algo informal. Yo empecé en el 92. Así que, de alguna forma, este es un proyecto que nace de las ruinas de otro.

-¿De dónde venía usted?

-Yo me había aficionado a la música, empecé a tocar con grupos y acabé estudiando sonido. Toda esa mezcla de vocación y buscarse la vida, confluyó aquí. Era como volver al paraíso perdido.

-¿Cómo les va en este verano tan raro?

-Para mí este es un momento de agradecer, porque este es mi verano número 28 con el local. Hay un poso grande del trabajo hecho que hace que ahora haya un público tan fiel y que este año me atreviera a instaurar un cartel oculto. Programo dos conciertos al día, pero no digo quién es el artista que va a actuar.

-Insólito.

-Bueno, ya lo habíamos hecho en 2005 y funcionó, pero luego volvimos el cartel anunciado, que ha ido creciendo hasta que en los últimos cuatro años teníamos un poder de convocatoria como los festivales de gran formato que hay en España: Vetusta Morla, Lori Meyers, Jorge Drexler... Hubiéramos podido crecer más, pero ya no era deseable. Estábamos estresando a la gente que le gusta el sitio, a mi equipo y a mí mismo. Así que utilicé las restricciones que ha impuesto el covid para dar forma a esa necesidad de decrecer que acariciaba. No tenemos a gente de pie, no trabajamos de noche, vendemos solo online... Así hemos cambiado también el centro de atención.

-La verdad es que uno puede ir a tomar un aperitivo y encontrarse, casi sin querer, con un acústico de Love of Lesbian.

-Este año hemos primado la escena local, pero nos hemos guardado algunas sorpresas, como esa. A mí me gusta definir el Náutico como un sitio especial donde ocurren cosas especiales. En Galicia sitios especiales hay, no sé, ¿2.500 paraísos? Y en el mundo, millones. A lo mejor lo que hace a un sitio especial es lo que ocurre allí y cómo ocurre. Para mí, todo esto es un gran privilegio.

-¿Qué les da a todos esos artistas para que hablen tan bien de su local? ¿Es el entorno, el público, la comida...?

-Como los grupos vienen varios días y hay dos conciertos al día, es como si tuviera cuarenta hijos. Aquí trabajan unas 16 personas y tenemos que alojar a los grupos, sus técnicos... así que no damos percebes ni camarones. Aquí damos comida de familia. Mañana toca lentejas y pasado pollo asado. La fuente de navajas cae muy, muy de vez en cuando, Lo que sí puedo decir es que soy un buen mayordomo. Esa es la clave del éxito. La manera de entender a los músicos y darles lo que quieren, es ser músico. Y yo tengo un poco de todo: soy músico, soy técnico de sonido, he trabajado en producción, he sido mánager... Por eso me resulta fácil empatizar y sé perfectamente lo que quiere cada uno. Y no son percebes. Aquí la moneda de cambio no es el euro, es el cariño. Aquí el recogevasos cena lo mismo que Iván Ferreiro.

-¿Es la música un buen negocio?

-En Galicia somos cuarenta salas asociadas y podemos decir que la música en vivo no es un negocio. Tenemos un problema de públicos y de ahí salen el resto de problemas. Y el covid ha sido la puntilla para muchos espacios de creación.

-Está preparando algún proyecto nuevo, ¿no?

-Sí, la creación de un espacio para cualquier tipo de residencia artística. Podrían ser músicos que vengan a componer o fotógrafos que usen el Náutico como aula para un curso, por ejemplo.

-¿Toca con los músicos, se da ese lujo?

-Yo no soy fetichista. No tengo fotos con los músicos ni carteles firmados, pero he podido tocar con Kiko Veneno, con Raimundo Amador, con Antonio Vega, los hermanos Ferreiro, Coque Malla...

-Si los Stones conocieran el Náutico, ¿cree que vendrían a tocar?

-Sí, pero sería un gran problema de orden público. No hace falta que ocurra. El sentimiento de que podría pasar es el premio.

-¿Hay algún concierto, algún encuentro, que guarde de forma más especial?

-Hay muchos. Tener a Antonio Vega tocando para 150 personas en el bar fue algo muy potente. O un concierto de Los Ronaldos... Hay muchos. A mí también me gusta que, para mucha gente, ese sea uno de sus grandes conciertos. Me han dicho unas cuantas veces, el mejor. El año pasado fue muy bonito tener a Leiva y Ferreiro y que los dos dijeran que había sido el mejor concierto de su vida.

-Dejemos un poco la música. ¿Qué quería ser de mayor cuando era pequeño?

-La verdad es que no lo sé. Yo fui muy mal estudiante; repetí mucho.

-¿Celta o Dépor?

-No me interesa mucho el fútbol. Recuerdo aquel Mundial que ganó España; lo vimos aquí y, aunque no era mi autobús, me subí, porque iba todo el mundo contento.

-¿Podría definirse en pocas palabras?

-Soy un Frankenstein, un tipo hecho con órganos de otros: medio músico, técnico, ermitaño... no sé.

-A mí, el local me recuerda un poco el mundo hippie.

-No me considero hippie, de hecho me considero un acomodado. Busco la comodidad y hacer cosas que sean divertidas, para mí o para otros. Cuando yo decidí venirme al Náutico me decían que era una chaladura. Ni siquiera yo tenía fe en que saliera la cosa tan bien y debo reconocer que había un componente de huida. Sabía lo que no quería y no quería ser técnico de sonido de TVG, por ejemplo.

edgardo

-Son famosas las paellas de Náutico ¿las hace usted?

-Sí, soy un cocinero medio digno. Pero el año pasado vino Drexler e hizo una mucho mejor. Y La Habitación Roja, que son valencianos y unos frikis que están todo el día hablando de marcas de arroz y hasta del acero de la paella, pues hacen unas paellas que alucinas. En realidad, la paella es una solución a un problema cuando somos 39 a comer. Me han salido paellas buenas, pero otras mediocres y también malas.

-Dígame una canción.

-No sé, no quiero, no me haga escoger, por favor. No puedo elegir una porque tendría que descartar a las demás.

-¿Qué es lo más importante en la vida?

-Uf. Yo que sé. Disfrutar. Y sobre todo ser consciente de cuándo son los buenos momentos.