El final que no se ve de las «colas del hambre»

SOCIEDAD

Colas en A Coruña
Colas en A Coruña CESAR QUIAN

Aunque abril, «el peor mes»,  registró los mayores picos, la falta de ingresos dispara la demanda de usuarios

23 may 2020 . Actualizado a las 21:27 h.

Hay una diferencia respecto a la crisis del 2008, comenta Óscar Castro, de la Cocina Económica de A Coruña. «La economía sumergida permitió arañar unos euros entonces a muchas familias», admite. Ahora, esta opción es imposible. Desde el 15 de marzo, el comedor abierto en 1886 para servir platos calientes «es un centro logístico para elaborar las bolsas de espaguetis, atún, galletas... Van 50.000 kilos en los 20 repartos realizados», comenta.

Los cerca de mil menús diarios que repartían a 220 familias de la ciudad en sus casas se han suspendido. En su lugar, hacen dos entregas semanales de alimentos a través de cuatro puntos de recogida. Las colas en el barrio de Sagrada Familia alcanzaban varias calles ayer. El Ayuntamiento les ha derivado otras 300 familias así que ahora abarcan a más de 500. Un esfuerzo al que hay que añadir el aumento de usuarios del comedor social, 270 frente a los 200 de antes del estado de alarma. Está cerrado al público y se llevan los platos preparados.

En Lugo, la panorámica es parecida. «Si antes era una barbaridad, ahora es una doble barbaridad. Hemos duplicado la demanda de personas en la provincia. Cada semana entregamos 40 toneladas de productos. Sin contar los lunes, que es el día de las frutas y verduras frescas, 75 toneladas cada 15 días. Hay unas colas inmensas de gente que nunca antes había venido a retirar alimentos. Hablo de personas responsables, como un encargado de personal en una empresa que ha cerrado por el encierro. No tienen que sentir vergüenza, vergüenza sería que su familia no comiera por no venir», exclama Amadora Núñez, presidenta del Banco de Alimentos de Lugo. También son «un poco psicólogos», admite desde las instalaciones en el polígono de O Ceao. «Hay muchos más que lo necesitan, pero no se atreven a venir».

En Carballo, «los vecinos llenaron el almacén con 7.200 litros de leche y 2.000 kilos de alimentos», resaltan en Cáritas. Esta solidaridad ha evitado las colas. Los citan por turnos. Atienden a 90 familias más que hace dos meses.

En Ribeira, Cáritas y el Banco de Alimentos se coordinan con Servizos Sociais del Concello para los repartos. «Hacemos entregas de alimentos dos días a la semana y el jueves damos el pescado que nos dona la lonja», subraya Dolores Álvarez. Esta es la cara amable de la pandemia: las donaciones. «Hoy nos han ingresado desde una empresa 5.000 euros», destaca Óscar, de la Cocina Económica de A Coruña. Con ellos también colabora la fundación del chef José Andrés.

El pico, dice Carmen Alonso, de Cáritas en Ourense, ha pasado, pero la curva no decrece. Si el 13 marzo entregaron 272 platos, hubo días en abril, «el peor mes», de 660. Ahora están en los 550. Dan dos táperes diarios. Unos pocos, «que no tienen donde calentar el plato», comen allí. En la provincia tienen 33 puntos de «repartos calendarizados».

En el comedor de San Francisco, en Pontevedra, la preocupación de Esther González, la educadora social, no es el incremento de usuarios, sino la falta de muchos habituales. «Faltan unos veinte. Como ahora se guarda cola están más expuestos. Los hay que esperan desde las diez de la mañana y el reparto es a la una». El ejército de voluntarios mayores ha sido relevado por Protección Civil. Hay días en los que entregan más de 200 táperes. La máxima está clarísima: «El que tiene hambre, come». Ni se piden papeles ni explicaciones.

Esteban Escodeiro, autónomo: «Dese marzo, no me han llamado ni para levantar una mesa»

Este coruñés que no llega a los 40 arrastraba ayer un carro de la compra, pero no iba a comprar nada. Los voluntarios de la Cocina Económica se lo llenaron de productos de primera necesidad para que él y su familia puedan comer este fin de semana. Esteban Escodeiro, del barrio coruñés de la Sagrada Familia, era uno de los que ayer formaba parte de una cola interminable que doblaba tres esquinas. Desde joven «hace chapuzas». Nunca tuvo un contrato indefinido. Siempre autónomo. Desde el estado de alarma no lo han llamado «ni para levantar una mesa». De no ser por las instituciones benéficas, admite, no sabría que hubiese sido de su familia. «En mi casa no entra ni un céntimo. Dependemos de lo que nos den y eso no lo quiero para mí ni para mis hijos. Yo lo único que quiero es que esto se acabe ya y vuelva la normalidad», desea.

Benjamín Suárez, vendedor ambulante: «Cuando vuelva al mercadillo no voy a vender ni dos calcetines»

Benjamín Suárez se gana la vida como vendedor ambulante. Sobra explicar que desde el 14 de marzo no ha vuelto a trabajar. Ya antes del estado de alarma debía dos meses de alquiler, «ahora ya son cuatro y no sé qué voy a hacer».

Tiene dos hijos. Aunque muy pronto podrá volver al mercadillo, se teme que no va a vender «ni dos calcetines. La gente tiene miedo». Su otra alternativa es la chatarra. «Ahora tampoco la hay. Esto es un desastre. Nunca, en toda mi vida, lo he pasado tan mal como ahora», dice.

Daniel, usuario de cáritas: «Cuando vienes aquí, es que en algo has fallado»

Se terminaba el mediodía y Daniel, un ourensano que apenas supera los 40 años, se iba del comedor social de Cáritas en silencio. Venía de recoger comida y se marchaba calle arriba con su mochila. Es toxicómano, aunque ha intentado dejarlo. «Si me pusiese las pilas buscaría un trabajo, pero todo lo que tengo me lo gasto en drogas», cuenta.

Vive en un piso que es propiedad de su familia, y reconoce que seguramente no es una de las personas que está en peor situación de todas las que acuden al recinto. Allí, algunos ya se conocen y conversan entre sí; otros entran y salen, con la cabeza gacha. «Sé que esto me pasa porque no gestiono bien el dinero que puedo conseguir. Y la realidad es que, cuando vienes aquí, es que en algo has fallado», lamenta este ourensano.

Manuel María López, Cruz Roja en Lugo: «Firman un compromiso de búsqueda de empleo por la tarjeta»

En estos momentos el trabajo de Cruz Roja en Galicia en lo relativo a las ayudas para la alimentación se centra en unas tarjetas monedero para canjear por comida. «Cuando todo esto pase, tienen que firmar un compromiso de búsqueda de empleo o apuntarse a cursos de formación, para que no sea solo dar alimentación porque sí. Las hemos empezado a repartir este mes. En toda la provincia de Lugo, donde trabajo, tenemos a unas 500 personas usuarias», explica Manuel María López. Las tarjetas son de recarga única y van de los 50 a los 80 euros.

El proyecto al que hace referencia es el Plan Cruz Roja responde. «Nunca antes Cruz Roja España tuvo una iniciativa de este tipo a escala estatal porque nunca hubo una emergencia a este nivel», resalta López, responsable de comunicación de la entidad en la provincia donde también han repartido alimentos a algo más de 2.000 personas con el Fondo de Garantía Agraria. La cifra de lucenses atendidos, también para asesorarlos en diferentes trámites o procesos, es de más de 10.000 en estos dos meses, calcula.