A Julio Andrade Malde

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CORONAVIRUS

SOCIEDAD

Julio Andrade Malde.
Julio Andrade Malde. MARCOS MÍGUEZ

18 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de mis primeros recuerdos de infancia es de la mano de mi hermano Julio; mi madre, Berta, y mi padre, trepando por las laderas de Caaveiro tras la pista del Carabus deyrollei, un pequeño coleóptero. Después de la aventura, ya en casa, Brahms sonaba en el tocadiscos del despacho de mi padre, que nos contaba sus avances en la investigación sobre la gama cromática del deyrollei o la larva del Carabus galicianus.

Más tarde se sentaba al piano. Sonaban Schubert, Mozart, Beethoven, muchos tangos, Rigoletto, El caserío, Maruxa..., con su voz de barítono, profunda. Jugábamos a adivinar los títulos de las obras. Pronto llegaban las canciones: de Gaos, de Castro Chané, y las suyas: Aletexa, paxariño, Adorar al niño Dios...

Junto a la entomología, las excursiones micológicas, cuando la búsqueda del galicianus compartía protagonismo con la recolección del Boletus edulis. Y de nuevo a casa para escribir reflexiones sobre Brahms para alguna publicación especializada o cualquiera de sus críticas musicales, que se cuentan por millares en un corpus ingente urdido sin tregua desde los años sesenta.

Se sentaba al piano. Sonaban Schubert, Mozart, Beethoven, muchos tangos, Rigoletto, El caserío, Maruxa..., con su voz de barítono, profunda. Jugábamos a adivinar los títulos de las obras.

Al acostarnos mi hermano y yo, venía a leernos a la cama. Rosalía, Curros, Rubén Darío: A Margarita Debayle, Sonatina (La princesa está triste)... Fue su pasión por los libros, y sobre todo por Valle Inclán, la que lo llevó a descubrir y publicar el plagio a Dostoyevski. Parte de La cara de Dios es de Netochka Nezvanovna. «Nada que reprochar al maestro, había que comer», decía.

Gemología, botánica, comercio exterior, la dirección del Banco Pastor en Buenos Aires, en París... Más críticas, más composiciones: un ballet, un trío, una revisión del himno gallego... Un libro sobre Andrés Gaos, otro sobre la Banda Municipal... Una pasión por el Dépor solo superada por su coruñesismo y su Orquesta Sinfónica de Galicia, partidos de fútbol sala que jugó con sus amigos hasta los 80 años... Su entusiasmo vital y su avidez de conocimiento preservaron su lucidez hasta el final: recitaba de memoria pasajes enteros de sus autores favoritos. «Eso es -decía- gracias a los dameros de La Voz de Galicia», su ejercicio mental diario. Y si como persona fue brillante, como padre y abuelo supo ser espléndido para transmitir esos conocimientos y un cariño sin límite.

Hace unos días, tras una larga noche en vela cantaron al alba en mi ventana unos paxariños, recordé su canción y adiviné que él se había ido. Me reconforta saber que fue un hombre feliz, realizado, pleno. Lo que de verdad me duele, por culpa de este virus inefable, es no haber podido acompañarlo en el hospital, sentarme a su lado, cogerle la mano, darle las gracias, un beso y contarle despacio y con todo el cariño del mundo todo esto que acabo de escribir.