Consolación, 106 años: «A mí ya me da igual morir, temo por mis nietos»

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

La vecina más longeva del municipio de Cambre lleva a rajatabla el confinamiento

07 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El día que Consolación cumplía 6 meses de vida, un hombre disparó contra el archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, una muerte que espoleó el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Así que hablar con Consolación Paz Precedo, aunque sea por teléfono, inspira una sensación de conectar con una máquina del tiempo. Lo que para la gran mayoría son acontecimientos en blanco y negro conocidos en libros y documentales, para ella son episodios contemporáneos. Nació el 28 de diciembre de 1913, por lo que tiene 106 años. Hoy, desde su casa de Sigrás (Cambre) y tras muchas experiencias vividas, no quiere probar fortuna con esto del coronavirus. Pero no lo dice por ella. «¿Yo? Morir ya tengo que morir, a mí este virus me da miedo por si afecta a los nietos, y a mis hijas, y mis bisnietos, que tengo cuatro. Yo ya viví lo que tenía que vivir, no voy a llegar a mucho más». Leído así puede parecer que estamos ante una mujer sana pero fatalista. Pero debe añadirse un detalle importante: cada pocas palabras, Consolación suelta una carcajada, y las risas amortiguan la contundencia del mensaje, como si dijera lo que dice -«me queda poco en este mundo»-, por una cuestión de probabilidad, pero que en el fondo aún tiene esperanza de seguir, ya que de salud está casi perfecta.

«Y con lo que está pasando, no nos quitarán la paga a los mayores, ¿no?», se pregunta

De momento, lleva a rajatabla lo del confinamiento. Juega con ventaja. Su casa tiene huerta y el día que le llama La Voz le tocó comer «unas lechugas y unas cebollas que planté yo misma». No permite que ningún pariente que viva en otra casa se acerque por la suya. «Ya hablamos por teléfono todos los días», señala. Echa de menos bajar a A Coruña a pasear por la calle Real y ver los comercios. Pero tener 106 años le permite relativizar las extremas medidas que impone el COVID-19. «Viví tiempos más esclavos, mirando a lo de entonces ahora somos ricos», sentencia la que llaman la Abuela de Cambre. Cada vez que cumplía años, el anterior párroco de Anceis le hacía un regalo especial, generalmente figuras de santos. Don Laureano, que así se llamaba, dejó entre sus encargos al nuevo cura mantener el ritual de felicitar a la feligresa más longeva.

-¿Y le regaló más santos?

-¡Bombones!

-Ah, ¿mejor o peor?

-[Risas].

Consolación vive con su hija Carmiña durante este confinamiento. Asegura que a su edad le empieza a fallar la memoria, y acto seguido, asegura que entre sus actividades diarias se incluye arreglar su habitación. Echa de menos leer en misa y donde más pasa sus minutos es ante el televisor. «Veo concursos, el telediario, las películas no me gustan, y luego, bueno, a lo mejor por la tarde veo algunas cosas que no debería porque son tonterías de esas», dice en relación a los programas vespertinos.

Además del temor sanitario, Consolación ve que la economía de su entorno comienza a resentirse con la parálisis de la actividad. Aquí también teme por sus nietos (4), y sus hijas (2), y sus bisnietos (4). Pero también un poquito por sí misma: «Y con lo que está pasando estos días, no nos quitarán las pagas a los mayores, ¿no?».