Un médico de Santiago adapta un esnórquel como máscara de protección sanitaria

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

SOCIEDAD

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Alfredo Redondo diseña desde Valladolid un invento que permita a cualquier centro sanitario paliar la falta de material de protección

23 mar 2020 . Actualizado a las 21:27 h.

El crecimiento exponencial de la propagación del COVID-19 en España ha empezado a llevar más allá del límite de sus capacidades a los servicios públicos de salud de Madrid y Barcelona, con el resto del Estado temiendo sufrir la misma situación en cuestión de semanas, o incluso de días. El panorama resulta dramático en buena parte de esa primera línea de fuego cubierta por los profesionales sanitarios, que cuentan a cuantos los escuchan la cruda realidad de tener que estar peleando con una pandemia extremadamente contagiosa sin apenas material de protección. Alfredo Redondo Diéguez es uno de esos muchos españoles que en estos días combinan sus conocimientos y habilidades para encontrar parches a un sistema institucional incapaz de conseguir y distribuir los ya famosos EPI, trajes de protección integral, a fin de evitar los contagios entre los profesionales que deben luchar por la vida de los infectados.

Cardiólogo intervencionista en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid desde hace un año, formado en el CHUS compostelano, el santiagués, de madre vilagarciana, ha ideado un adaptador con el que transformar un esnórquel de buceo de una conocida firma en una máscara de protección integral dotada de dos filtros de aire, que pueda servir de escudo al personal de hospitales y centros médicos a los que no está llegando todo el material imprescindible para la salvaguarda del mayor activo con el que en este momento cuenta España en la lucha contra el coronavirus en espera de una vacuna sin fecha.

«Compañeiros que están a traballar en Barcelona e en Madrid contábanme a semana pasada a situación real que vivían alí, non a que se contaba nos medios; dicíanme que a situación era moi mala, e que non tiñan material para traballar». La sucesión de comentarios encendieron la espoleta en la cabeza de Alfredo, y la casualidad detonó el lanzamiento de su idea.

Hermano de Gonzalo Redondo, propietario de la firma compostelana D3 Applied Technologies, en la vanguardia mundial del diseño de barcos con tecnología voladora, que permite planear sobre el agua, el doctor ha aprovechado su conexión familiar para formarse en la tecnología de impresión 3D aplicada a su especialidad médica, con varios trabajos ya publicados sobre la materia. «Aprendín a manexar programas de deseño e a deseñar pezas en 3D a nivel básico. E na casa», apunta Alfredo, «tiña unha máscara para mergullar no verán».

Con los conocimientos y el material base, «ocorréuseme facer unha peza que servise para conectar a máscara con filtros comerciais» estándar de partículas y gases, de los que también disponía, de los tipos FFFP 2 y 3, explica el gallego. Con la ayuda de su hermano Gonzalo en el modelado, en la tarde del jueves ya tenían un modelo plenamente funcional. Pero entonces Alfredo se topó con la realidad del desabastecimiento que en estos momentos hay también en España no ya de mascarillas, sino de filtros.

Ante este escollo, Alfredo y Gonzalo trabajaron en los dos últimos días en una solución para que, con el esnórquel, y el trabajo de una impresora 3D con la que materializar su adaptador, cualquier centro médico pueda montar sus máscaras de protección. A última hora de la tarde de ayer probaron la viabilidad de usar filtros de los respiradores hospitalarios, un material fungible que figura en el stock ordinario de los centros sanitarios, como sustitutivos de los filtros estándar. Y el ensayo, informan, resultó un éxito.

Los hermanos Redondo prevén poder «subir o deseño da máscara á rede para que calquera a poida descargar e tirar dela» próximamente. Porque, remarca Alfredo, esta es la iniciativa «sen ánimo de lucro duns particulares» que solo busca sumar su grano de arena para ganar una guerra en la que todos debemos poner lo mejor de cada uno.

Multitud de ofrecimientos para materializar desde ya la idea

Los hermanos Redondo hicieron pública la idea de Alfredo a través de sus cuentas en redes sociales, y la noticia del invento comenzó a viralizarse. Hasta el punto de que son muchos los que están aguardando a la publicación en redes de la inminente versión final, ya plenamente operativa, para colaborar en su producción acelerada a gran escala.

«Moitas empresas de impresión en 3D, varias delas galegas, ofrecéronnos o uso das súas granxas de impresoras, tamén xente corrente» para la producción de la pieza clave en la conversión de un instrumento de buceo en uno de protección sanitaria contra un virus, destaca Alfredo Redondo. Y es que, tal y como se está viendo durante la última semana a lo largo y ancho de España de muy diferentes maneras, «todo o mundo está desexando axudar», dice el médico gallego. Como esa gente que «nos está chamando para dicirnos que nos deixan os seus esnórqueles no Hospital -Clínico Universitario de Valladolid-» al descubrir cómo poder poner su grano en las arenas de Normandía. Ayudando a proteger a aquellos que nos tienen que proteger a todos; quizá a ellos mismos, o a sus seres queridos.

«Isto non substitúe un EPI, só é unha solución se non o hai»

Alfredo Redondo comenta que «por agora en Valladolid a situación está controlada. Os que se están a xogar a pel nestes momentos son os compañeiros de Madrid e de Barcelona» principalmente. Para ellos, y para todos los que en el resto de España, quizá dentro de no mucho en su propio hospital, se vean desbordados por la propagación del COVID-19, el médico gallego ha ideado una máscara de último recurso: «Isto non substitúe o EPI -Equipo de Protección Individual-. Se non tes un EPI, esta máscara é unha solucion caseira. É un aparato grande, que non se pode usar sempre, pero que cobre os ollos e a cara, e filtra o aire, sobre todo para o persoal que ten que entubar a pacientes co COVID-19».

Y es que, explica Alfredo, ese es uno de los momentos críticos en el trabajo de los sanitarios durante esta grave crisis: «Cando entuba, o compañeiro está a uns 30 centímetros da boca do paciente, que tuse» por la reacción física de su cuerpo ante la introducción de un elemento extraño en su conducto respiratorio. En ese proceso «hai o risco a que cuspa saliva, e a que contaxie o persoal sanitario».