La llegada a la Luna se planeó en español

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

NASA

El astrofísico venezolano Héctor Rojas realizó los cálculos matemáticos para que el alunizaje se hiciera con seguridad. La NASA acaba de desclasificarlos

11 oct 2019 . Actualizado a las 08:35 h.

Una reseña de un periódico de febrero de 1969 anunciaba que el astrofísico venezolano Héctor Rojas (1928-1991) viajaría a la luna «dentro de dos años». Nunca ocurrió, a pesar de que estaba incluido en el grupo de elegidos para una misión puramente científica. El hombre que estudió con complejos cálculos matemáticos cuál era el lugar más apropiado para que Neil Armstrong dejara la primera huella humana en la luna, el físico inexplicablemente olvidado por la historiografía oficial de la NASA, fue clave para que los astronautas alunizaran con seguridad en el módulo Eagle aquel domingo de julio de 1969. Y hay que recordar que cualquier atisbo de riesgo habría abortado la operación.

Recientemente, la NASA desclasificó tres de los cuatro documentos que se cree que confeccionó Rojas para que el paso de los astronautas por la luna fuera lo más seguro posible, dentro del trabajo que desarrolló este científico para el programa Apolo entre 1966 y 1971. Además, tenía raíces españolas, pues su madre, Francisca, era natural de Asturias.

En buena medida, esta desclasificación se produjo por la presión de su biógrafo, el también venezolano de origen gallego Pierre Monteagudo, autor de dos libros sobre el científico hispano que ha agrupado bajo el título Expediente Rojas. «Lo logramos gracias a distintos actos jurídicos que ejercimos amparados en la ley de libertad de información», explica Monteagudo, que recuerda que el Gobierno estadounidense aún mantiene clasificados algunos documentos elaborados por Rojas, en concreto un cuarto estudio que tenía interés militar o el mapa selenográfico que elaboró sobre el relieve lunar.

 Toda esta información se guardó con celo para que los soviéticos, que competían por llegar antes a la luna, no pudieran beneficiarse de ella. Monteagudo consiguió los originales por una carambola, en el Observatorio de París, donde Héctor Rojas trabajó durante un tiempo. El padre de Monteagudo, natural de Cambados, era amigo íntimo del científico y Pierre, cuando era niño, iba a menudo a su casa. Desde aquellas visitas de la infancia quedó fascinado con su compatriota, al que por muchas razones no se le ha reconocido su importancia en el programa Apolo. «Su papel fue absolutamente estratégico, pero para el Gobierno estadounidense de entonces era embarazoso reconocer que un hispano había sido una de las piezas clave de la misión», explica.

El desafío matemático del científico hispano consistió en realizar una serie de extrapolaciones basadas en un sistema de ecuaciones de creación propia con el objeto de encontrar un emplazamiento seguro para el alunizaje, lejos de los riesgos de los cráteres y otros accidentes lunares, así como calcular la temperatura en la zona ecuatorial de la luna, «con el objeto de diseñar unos trajes para los astronautas que pudieran resistir la radiación ultravioleta y las altísimas temperaturas en esta zona de la luna, que oscilaban entre los 120 y los 130 grados centígrados». También realizó cálculos para comprobar si el terreno lunar era lo suficientemente estable para soportar el peso del módulo lunar -más reducido en la luna porque la fuerza de la gravedad es inferior-, pues se temía que la arena de la superficie de la luna provocara el hundimiento paulatino de los artefactos espaciales.

Héctor Rojas hizo todo este trabajo con las imágenes de las sondas espaciales pero, sobre todo, con sus certeros cálculos matemáticos. «Su aportación fue clave para que la misión de Estados Unidos aventajara a la soviética y es posible que los rusos hubieran llegado a la luna dos años antes si hubieran contado con la ayuda de Rojas». El éxito de su minucioso trabajo se evidencia en la ausencia total de incidentes durante la misión, «algo muy relevante si se compara con los accidentes posteriores de los transbordadores espaciales, que supusieron la clausura de este programa espacial», recuerda Monteagudo.

Héctor Rojas tuvo tres hijos, de los que dos aún viven, aunque parte del misterio de este astrofísico hispano aún está sometido a los rígidos compromisos de confidencialidad, que también afectan a sus familiares directos. Su etapa final de colaboración con el Gobierno de Estados Unidos se complicó por el interés del Ejército en un dispositivo que había inventado para estudiar las estrellas primigenias. Parece que incluso hubo un procedimiento judicial, pues Rojas se resistía al uso militar de sus descubrimientos, un conflicto que no hizo peligrar su lealtad para que sus informaciones no acabaran en poder de los enemigos de Estados Unidos. A día de hoy, el legado de Héctor Rojas aún no ha sido reconocido como merece.