En la actualidad existe una laguna sobre la electrosensibilidad, que todavía no es reconocida como enfermedad laboral, al contrario que algunas hipersensibilidades a agentes químicos. La conclusión del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS) es que no hay motivos para preocuparse por las ondas electromagnéticas porque no se han demostrado efectos adversos para la salud. Los expertos aseguran que la mayoría de los estudios realizados hasta el momento constatan que no hay riesgos para la salud condicionados a las cantidades de energía que emite, por ejemplo, una antena de telefonía. Consideran que se ha creado una alarma exagerada en torno a este tema.
Por esta misma razón, hasta el momento, la sentencia española cuenta con precedentes escasos. En el 2011, el tribunal Supremo de Italia ratificaba que el neurinoma del nervio craneal de Innocente Marcolini había sido causado por las varias horas al día que pasaba hablando por el teléfono móvil por motivos de trabajo. Del mismo modo, en 2017 Roberto Romeo conseguía que su tumor cerebral consecuencia del uso del teléfono móvil fuese considerado como enfermedad profesional por el Tribunal de Justicia de Ivrea. Ambas sentencias tuvieron en cuenta la información científica aportada por los peritos en la que se demostró que hay una relación causal entre la radiación del teléfono móvil y el cáncer cerebral, lo que hizo que en 2011 la OMS clasificase los campos electromagnéticos de radiofrecuencia como categoría 2B o posiblemente cancerígeno en humanos.