«Yo tengo 58 años, y llevo 31 años trabajando como informático, probablemente si hubiera trabajado de ganadero en el campo no estaría hablando contigo», explica Sanz, que recuerda que la legislación vigente en este sentido proviene de unas recomendaciones de 1998, «cuando menos del 10 por ciento de la población mundial tenía teléfono móvil y ninguno teníamos banda ancha en casa».
Este trabajador está convencido de que la exposición tiene sus consecuencias y que se verán en el futuro. «Yo empecé con el problema hace diez años, pero ¿qué pasará con los nativos digitales, que están expuestos desde el minuto uno? ¿Tenemos que esperar a que sean mayores a ver qué pasa o tenemos ya evidencias suficientes para tomar alguna medida?».