«Durmimos catro meses na caravana»

Dolores Cela Castro
dolores cela LUGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Óscar Cela

El remolque, con cuatro camas, sigue preparado y en su sitio, veinte años después

21 dic 2017 . Actualizado a las 16:41 h.

Manuel González y María Vilela decidieron comprarse una caravana después del terremoto nocturno de magnitud 5,1 en la escala de Richter, del 22 de mayo de 1997. La instalaron en la finca anexa a su casa, en Cadoalla, Becerreá. Se hicieron con ella después de pasar varias noches en hoteles de la zona de Ponferrada, por miedo a que su casa de piedra se desplomara sobre ellos. Veinte años después, el remolque sigue en el mismo lugar, bajo techo para que no se deteriore, con las cuatro camas hechas y listas para usar, «por se acaso» vuelve a ser necesario en algún momento.

El matrimonio, su hijo entonces pequeño, y los padres de ella vivieron antes los terremotos de 4,6 del 29 de noviembre y del 24 de diciembre del año 1995. Pero fue la posterior sacudida de 5,1, la que sembró el pánico y obligó a la familia a dejar su casa por las noches. «Durmimos catro meses na caravana, ata que polas festas de Becerreá, en setembro, miña nai dixo que ela volvía para a súa cama, e detrás dela fomos o resto», explicó María Vilela.

La caravana de Manuel y de María fue una de las dos que se usaron para dormir en la comarca durante los terremotos. La otra estaba en el mismo concello, en Vilar de Ousón. El resto de las familias tuvieron que buscar otras soluciones para esos días en los que cundió el pánico, entre ellas dormir en los coches.

«A nosa caravana tiña luz, televisión e ata lle puxemos teléfono fixo», explicó Manuel González. La familia se refugiaba en ella después de cenar. Por el día hacían vida normal en la casa.

Después de los movimientos sísmicos vinieron las consiguientes réplicas. «Xa sabiamos máis ou menos a intensidade e raramente nos equivocabamos. Calculabamos moi ben por como se movían as cousas», explicaron Manuel y María. 

Sensación de borrachera

González recuerda los tres terremotos de mayor magnitud, pero en su memoria mantiene muy presente el de mayo. «Cando tentei sacar os coches para fóra mareeime. Tiña a sensación de estar borracho. Movíase o chan e era todo polas ondas que facía a terra».

Su vecina María Jesús Merlán, que entonces tenía una hija que acababa de cumplir un año, y cuidaba también a su madre, que llevaba varios años impedida en una cama, era una de las muchas personas a las que les hubiera gustado disponer de una caravana como la de los González-Vilela. En el terremoto del 24 de diciembre, Merlán estaba comiendo con otras 10 personas en la cocina de su domicilio. Se habían reunido para hacer chorizos. Se encontraban en plena sobremesa cuando empezó a temblar todo. Salieron corriendo de la casa y sacaron de ella a la madre de María Jesús, que no se movía por sí misma.

El tercer terremoto, el de mayo, fue peor todavía. La familia se quedó atrapada en la vivienda cuando se desplomaron las paredes de las casas colindantes. Tuvo que sacarlos personal del Concello de Becerreá, después de desescombrar la zona. Las escaleras de acceso, según recuerda María Jesús, estaban completamente cubiertas de piedras.

La vecina de Cadoalla reconoce que tuvieron que idear un sistema para poder proteger a la abuela encamada, para no tener que sacarla en cada sacudida. Tenían una sólida mesa cerca, que le colocaban encima de la cama. Su hija y su nieta Mary Luz Pardo, que estaba siempre acostada con la abuela, se quedaban con ella.

«Todo aquilo foi moi traumático, un sufrir imposible. Non podía durmir de noite e tiven que ir ao médico para que me dese algo», confesó. «Ás veces -señaló- sentes o ruído da carroceta dun veciño e pegas un salto», reconoció.