En París, como en Galicia

Alexandra Fernández PARÍS

SOCIEDAD

Alexandra Fernández

Los emigrantes gallegos en la capital de Francia se reúnen en A Nosa Casa

02 nov 2015 . Actualizado a las 11:09 h.

«Aquí, el que busca trabajo lo encuentra», nos cuenta Senén Fente Díaz. Es el propietario de A Nosa Casa de Galicia, un restaurante y centro gallego a pocos pasos de Montmartre. El ambiente familiar que se respira casi nos hace creer que fuera nos espera el Atlántico en vez del Sena. «Lo más difícil es, sin duda, encontrar vivienda». En París, donde un estudio de 20 metros cuadrados llega con facilidad a costar 800 euros al mes, los precios de alquiler rozan cifras astronómicas. Además, entre los muchos requisitos para alquilar un piso es necesario un garante francés y una larga lista de documentos.

En A Nosa Casa no tienen un servicio de ayuda para encontrar alojamiento, pero es un punto de encuentro donde gallegos, españoles y franceses intercambian consejos y se dan apoyo. «Mucha gente se acerca preguntando por trabajo», relata Hugo Calo, cocinero del restaurante. Lleva veinte días en París. «También clases de francés, hay algunos que no dominan el idioma», continúa. «Aunque sobre todo por el bar vienen gallegos y españoles en general, con amigos de aquí para enseñarles la comida gallega», añade.

Sami y Adil, los hijos de Senén, se encargan de A Nosa Casa en sus ausencias (generalmente para volver a Galicia). Son dos de los miles de descendientes de inmigrantes gallegos nacidos en Francia. Ellos, al igual que los que emigraron de niños, son una nueva generación completamente integrada en la sociedad gala, pero que cuida con mimo sus orígenes a pasando los veranos en Galicia y tratando de conservar las costumbres familiares.

«Vine hace más de cincuenta años. Yo tenía nueve y la integración fue total», recuerda Senén. Reconoce no haber tenido contacto con la comunidad gallega en París desde que tomó las riendas de A Nosa Casa, en el 2012. «Lo de ellos es diferente», dice, observando a unos ancianos que juegan a las cartas en otra mesa: «Son los que llegaron con veinte años a Francia. Ellos ya tenían su forma de vida en Galicia y se sentían mejor estando juntos, entre gallegos».

Hoy en día, la facilidad de movimiento dentro de la Unión Europea y el acceso al estudio de otros idiomas han cambiado la forma de emigrar de los gallegos. Son jóvenes para los que hacer vida en comunidad con otros paisanos no es una prioridad, ya que buscan una experiencia internacional. Además, a estos se suman otros gallegos no necesariamente emigrantes con el mismo perfil como, por ejemplo, los estudiantes del programa Erasmus.

El regreso a casa

Le preguntamos a Senén qué fue de los primeros gallegos en llegar a Francia. Los que vinieron huyendo de la guerra y de la pobreza. La generación de la mesa de al lado: «Muchos volvieron, otros quieren volver. Pero el problema son los hijos. No quieren dejar a los hijos».

En un país donde la integración es tan fácil, la segunda generación ya ha sido asimilada. Son franceses. De origen gallego, sí, pero franceses. Tienen su propia familia arraigada en Francia y, a pesar de cultivar las tradiciones de sus padres y visitar regularmente Galicia, sus vidas ya echaron raíces en suelo galo. «Por ejemplo, mi madre se quiere volver -confiesa-, pero yo estoy aquí, mi familia está aquí». Aunque reconoce que a él, Galicia también le tira. Es el problema de venir de un sitio que no te abandona y llegar a otro al que fácilmente se le llama casa.