El bailarín que hace culturismo

Manuel Blanco VILAGARCÍA / LA VOZ

SOCIEDAD

La Voz

Sebastián Lago, un fornido vecino de Boiro de 35 años, rompe moldes en su deporte al conquistar títulos danzando mientras tensa sus músculos sobre el escenario

23 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Sebastián Lago luce como una escultura de Miguel Ángel. En cada rincón de su cuerpo asoman músculos que, por lo general, solo se ven en los manuales de anatomía. Sebas es culturista, esa disciplina deportiva sin escala de grises. En la que solo existen blancos y negros, como con Mourinho en el fútbol. O la amas, o la odias. Un mundo de sacrificios perennes que, más que un deporte, es una forma de vida en la que el éxito tiene todo que ver con la disciplina. Con métodos espartanos en los que el entrenamiento, la alimentación y el descanso han de combinarse en delicado equilibrio para cincelar el cuerpo.

No es el culturismo terreno abonado para la improvisación. Todo está medido al milímetro, ya sea la comida, las horas en el gimnasio o las de sueño. Ahí habita la clave de bóveda de este deporte. La diferencia entre ganar o perder. Sebas respeta hasta el paroxismo todos estos códigos. Pero se ha hecho ciertamente popular por haber introducido en esta disciplina una seña de identidad propia: él, cuando compite, baila. Por exótico que parezca, este vecino de Boiro de 35 años danza sobre el escenario en los campeonatos al tiempo que contrae sus músculos para maximizar su congestión.

Sus artísticas poses guardan relación con una de sus pasiones: «Mi afición al baile viene de hace muchos años porque incluso fui a clases». Su particular método nació en realidad porque en sus primeras apariciones en campeonatos de fisioculturismo no tenía claro cómo realizar las poses de competición. «Decidí hacer algo diferente. Meter un poco de baile en las poses. En todas las coreografías hago algo distinto, ameno de cara al público».

Sobre el escenario, Sebas no deja indiferente a nadie y, como el ex entrenador del Madrid, tiene a la parroquia dividida. «Las opiniones son divergentes. Hay gente que dice que le gusta el estilo que tengo, otros me dicen que no es el estilo apropiado... A mi me da un poco igual. Es mi estilo, me gusta y es lo que cuenta».

Guste o no, lo cierto es que a este fornido deportista que empezó a los 28 años en el culturismo, tras toda una vida dedicada al fútbol y el atletismo, las cosas le van sobre ruedas. Hace unas semanas arrasó en Valga en el torneo organizado por la Federación IFBB. En un día se hizo con tres títulos: el Campeonato Gallego de Culturismo en la categoría peso pesado, el absoluto de Galicia y el Open de Galicia. Solo unos días después quedó segundo en la prueba del Norte de España y, casi sin solución de continuidad, acabó cuarto en el Nacional celebrado en Torrevieja. «Este resultado tiene mucho mérito porque competí con gente que pesaba diez kilos más».

De Sebas, los jurados destacan la extraordinaria simetría que albergan sus 93 kilos, repartidos por 1,77 de altura. La proporción entre su tren superior e inferior es casi perfecta. Esos 93 kilos son el peso al competir, porque en los seis meses en los que trabaja en el gimnasio para ganar volumen, cuando los fisioculturistas adquieren peso que posteriormente definirán en las semanas previas a los campeonatos, llega a los 105 kilos.

Para ello, y más allá de la anécdota del baile, en su vida no hay apenas concesiones al ocio. Su cuerpo es su vida y su semana se reparte entre dos gimnasios, el Ozono de Boiro y el Arousa Padel de Vilagarcía, donde esculpe con precisión de cirujano cada uno de sus músculos. «Esta es una vida de sacrificio constante -argumenta-. O te apasiona o no eres capaz de soportarlo. Porque no son solo las horas de entreno. Tienes que estar concentrado las 24 horas del día; respetar horarios de comida (lo hace seis veces al día), de descanso... El estrés es nuestro peor enemigo porque destruye masa muscular. Debemos tenerlo todo muy organizado».

En su vida no hay espacio para la fiesta. En lo que va de año, solo ha salido dos veces de noche hasta las dos o tres de la madrugada. Y Sebas está feliz. Al fin y al cabo, él ya tiene los escenarios para bailar.