En la burbuja gallega del ébola

SOCIEDAD

Oscar Vazquez

Cualquier posible caso que se detecte en Galicia acabará en esta habitación

12 oct 2014 . Actualizado a las 14:31 h.

La habitación en la que ningún gallego quiere entrar es una estancia pequeña, seminueva, insulsa y sobria. Tiene ese aire irreal y frío de las naves que atravesaban las galaxias de las películas de ciencia ficción que se hacían en los setenta, en las que todo era demasiado blanco, demasiado limpio. La burbuja gallega del ébola está compuesta por dos habitaciones con una cama en cada una. En la unidad de aislamiento del Hospital Meixoeiro, en Vigo, acabará cualquier gallego que padezca más de 38 grados de fiebre, que vomite, tenga diarrea, hemorragias sin un origen claro, dolor de cabeza y que haya estado en los últimos 21 días en Guinea Conakry, Sierra Leona, Nigeria o Liberia o haya tenido contacto con un infectado.

No hay tele para los pacientes de ébola. Ni televisor ni teléfono. «Las televisiones tienen sistemas de refrigeración, con ventiladores que mueven el aire, y por tanto el polvo y los microorganismos», explica el jefe de Medicina Preventiva del hospital, Víctor del Campo. No hay tampoco decoración ni alfombras. Las paredes están desnudas. No hay mobiliario de ningún tipo. Por no haber, no hay ni cortinas. Ni un sillón. A un lado, unas ventanas selladas dan al exterior, sin unas vistas muy emocionantes. Al otro, un gran cristal hace las veces de tabique y permite que el paciente sea observado desde fuera en todo momento, como en un gran acuario. El aislamiento es total. La habitación tiene lo justo para el cuidado del paciente. Sin distracciones. Se han instalado equipos médicos para hacer diálisis si es necesario o para apoyar la respiración del enfermo con ventilación mecánica. Nada más.

Una cámara apunta permanentemente a cada una de las camas destinadas a los pacientes de ébola. Recoge vídeo y sonido. Las enfermeras lo controlan en un ordenador desde fuera, a pocos metros. «Cada vez que el personal sanitario tenga que entrar, debe ponerse y luego quitarse el equipo de protección individual», señala Del Campo. Es decir, es media hora para entrar y media para salir. «De este modo, gracias a la comunicación permanente, podemos evitar que el personal tenga que entrar para cosas menores».

Para cada habitación hay una antesala de trabajo. Este lugar, separado por una esclusa de la estancia donde se halla la cama, es donde el personal tiene que enfundarse y desenfundarse el conocido traje de aislamiento, oficialmente llamado equipo de protección individual (EPI). Después se desecha en contenedores biológicos.

En las antesalas se han instalado unos espejos de cuerpo entero. En el correcto uso de los equipos de protección individual está buena parte de la prevención del contagio. En los últimos días, se han vuelto un auténtico quebradero de cabeza para los gestores sanitarios. «Nos dimos cuenta de que nos hacían falta los espejos durante un simulacro», dice Víctor del Campo. El 21 de mayo fue clave para la salud pública en Galicia. Se practicó una simulación de una emergencia sanitaria en el puerto. Fue producto de que el Ministerio de Sanidad lo hubiera designado, dos meses antes, puerto de referencia en España para emergencias de importancia internacional. Solo hay ocho en España. Ese día, se puso en marcha una simulación de aislamiento de pacientes en la unidad del Meixoeiro, después de una supuesta emergencia radiológica y biológica en el muelle vigués. La unidad se había construido en el año 2007 y se había utilizado ya en alguna ocasión para aislar pacientes. Pero ese día, cuando el personal sanitario estaba en la antesala de trabajo, saliendo ya de la habitación donde habían ingresado al supuesto paciente, se iluminó una bombilla. «Nos dimos cuenta de que algo tan sencillo como un espejo podría resultar muy útil. Sobre todo, a la hora de sacarse el traje, porque cuando te lo pones, te lo pones limpio, pero al sacártelo, puede haber entrado en contacto con el virus», abunda el facultativo. Verse, controlarse a uno mismo, es vital para evitar tocarse.

Así que se instalaron espejos de cuerpo entero. El protocolo establece que alguien que se viste, o se desviste, con el EPI debe hacerlo frente a un compañero para hacer efecto espejo. ¿Por qué, pues, no hacerlo con un espejo de verdad? Pero en esta zona no hay cámaras que graben. Si ocurriera lo mismo que en Madrid, donde la propia auxiliar de enfermería Teresa Romero, la primera contagiada en territorio europeo, reconoció que pudo haberse rozado la cara al quitarse el traje, el evento no quedaría registrado.

Las habitaciones están dotadas de presión negativa. Esto significa que el aire no sale de la habitación. Tiene aire acondicionado que lo evita y todo el aire es filtrado.

Mejor el mínimo espacio

Las habitaciones son mínimas y también lo son las antesalas de trabajo. Hay una razón sencilla que lo explica: cuanto menos espacio haya y cuanto menos material tenga, menos hay que limpiar. Y la limpieza es algo que trae de cabeza a los servicios de medicina preventiva. El aire tiene gérmenes de por sí, pero en las unidades de aislamiento hay que ser especialmente cuidadosos. Por eso, se han establecido protocolos incluso para las empresas adjudicatarias de los servicios de limpieza de los hospitales y centros de salud. En estos días, en que la unidad está alerta pero no hay ningún paciente ingresado, la limpieza es la habitual que se sigue en cualquier habitación de hospital. Si hubiese un paciente con ébola sería otro cantar. El personal de las empresas auxiliares de limpieza tendría que acceder con equipos de protección individual similares a los que usan los trabajadores sanitarios. Además, calzarían botas plásticas. Pero no utilizarían productos especiales, como el peróxido de hidrógeno que se ha empleado para desinfectar en otros lugares. «La OMS recomienda usar lejía e hipoclorito sódico», dice Víctor del Campo. Lo importante es la retirada de la materia orgánica, porque el ébola no es un virus de transmisión respiratoria, sino de contacto.

Verse dentro de una de esas dos habitaciones es algo que ha pasado por la cabeza a no pocos gallegos, dentro de esa oleada de psicosis general que desató el ébola cuando salió de África. Son solo dos camas. Hay voces que las consideran insuficientes, ya que puede ser necesario ingresar a un posible caso y a algunos de sus contactos. El Servizo Galego de Saúde considera que son suficientes. El doctor Del Campo considera que si hicieran falta más, habría que utilizar otros dispositivos. En todos los hospitales hay camas o boxes de aislamiento. Pero son las menos codiciadas por los pacientes.