Así es la trastienda de la selectividad

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira REDACCIÓN / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Unos 550 correctores trabajan contra reloj para que las notas estén mañana

19 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Faltan pocas horas para que 10.500 jóvenes gallegos sepan su nota de selectividad. Desde que la pasada semana realizaran los siete exámenes -pueden ser algunos más pero solo cuentan un máximo siete-, una maquinaria potentísima y eficaz se puso en marcha para cumplir los plazos. ¿Cómo funciona? ¿Quién corrige los exámenes? ¿Cuántos tiene que leer cada uno? ¿Cuánto cobran? ¿Es cierto que las reclamaciones se saldan siempre con una bajada de notas? ¿Quiénes están detrás de todo el proceso?

La selectividad gallega está organizada por la CIUG, la Comisión Interuniversitaria de Galicia, creada en 1991. Está formada por tres delegados, uno de cada universidad gallega (que se van rotando en la presidencia) más tres vocales. La CIUG nombra al «tribunal único», tres personas que son las que saben qué va a caer en selectividad y de las que solo dos tienen las llaves que abren la cámara acorazada donde se custodian los exámenes.

Cada asignatura tiene un grupo de trabajo formado por profesores de la materia en universidad y enseñanzas medias que va preparando durante todo el año 12 exámenes. En un sorteo público (en el que se mantiene en secreto el contenido de las preguntas) se eligen cada año tres exámenes: dos para las convocatorias de junio y septiembre y uno para mantener de reserva por si hay problemas.

Las pruebas se mandan a una imprenta habituada a trabajar con documentación reservada, y de ahí sale en paquetes cerrados que se llevan a la cámara acorazada de la CIUG, donde permanecen hasta la selectividad.

En las once localidades (Santiago, Vigo, A Coruña, Lugo, Ourense, Pontevedra, Ferrol, Viveiro, Cee y A Rúa, además de la que organiza la ONCE en Pontevedra) en que se celebró la prueba trabajaron 800 profesores, algunos solo vigilaban y 550 además eran correctores. De estos, 150 son profesores de universidad y 400 de enseñanzas medias. Cada uno cobra 435 euros de media -por vigilar los exámenes y corregir de 100 a 130 exámenes entre el sábado 14 y hoy-.

Aprobar es fácil; sacar nota, no

Para entrar en este grupo hay que solicitarlo a la CIUG, que normalmente elige a los participantes por sus años de experiencia y después de que hayan participado en alguno de los grupos de trabajo. Normalmente repiten, aunque se pueden descartar si sus medias en la corrección son muy dispares de las de sus compañeros -en Galicia no está regulado, pero en Andalucía, por ejemplo, ningún corrector puede tener una media que difiera en 1,5 puntos del resto- o si no han podido cumplir los plazos de entrega. El vicepresidente de la CIUG Pedro Armas reconoce que no se han dado estos casos.

Aprobar la selectividad es fácil (un 90 % lo hace), pero sacar nota ya es otro cantar. En la convocatoria de junio pasado el porcentaje de aprobados por corrector fue del 65 %, con una nota media de 5,6. Al final, la nota media de los alumnos fue de 5,75 aunque en bachillerato la misma media era algo más alta, de 7,21 puntos. En asignaturas como Matemáticas o Dibujo es donde hay más diferencias entre las notas de clase y las de selectividad: del notable de media se pasa al suspenso.

Tras recibir la nota, los alumnos tienen varias opciones: una reclamación, que supone revisar posibles errores en la suma de los puntos (el año pasado hubo 6.000); o la segunda corrección, que otro profesor revise el examen (en el 2013 se registraron 5.000). Esto último puede suponer que se le baje la nota al alumno, aunque a pesar de la leyenda no es frecuente: al 20 % se la bajan, mientras que al 33 % le sirve para subirla y, al resto, se le mantiene. Si con todo el alumno no está satisfecho, puede presentar un recurso potestativo.

Ahora llega lo peor

Tras todo este proceso llega el peor momento para la CIUG, la matriculación. Es un baile de preinscripciones que no suele terminar antes de septiembre. Muchos alumnos se inscriben en varias carreras por todo el Estado y solo si fallan en unas se decantan por las otras. Pedro Armas no duda de cuál es la titulación que actúa como dominó para el resto: Medicina. «Para 300 plazas, acabamos llamando a más de 1.000 alumnos».