«Las Fulbright te abren las puertas»

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Tres becarios gallegos relatan su experiencia en el selectivo programa de formación en EE.UU., nuevo Premio Príncipe de Asturias de Cooperación

17 jun 2019 . Actualizado a las 18:02 h.

La coruñesa María Josefa Wonenburger fue, hace más de 50 años, la primera persona en España en lograr una beca Fulbrigth en el área de Matemáticas para estudiar en Estados Unidos. Abrió un camino que luego siguieron centenares de españoles y gallegos de distintos ámbitos y especialidades que consiguieron acceder a uno de los programas de formación más selectivos y prestigiosos del mundo y que ayer fue reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. El jurado valoró que la iniciativa, instaurada y financiada por el Gobierno de EE.UU. en 1946, sirve para «mejorar y estrechar los lazos y el mutuo entendimiento entre los ciudadanos del mundo» y para facilitar «la educación global de los jóvenes».

Pero también ha supuesto un antes y un después para las más de 300.000 personas que se han beneficiado del programa a lo largo de la historia en más de 150 países, entre ellos 44 premios Nobel. «Me ayudó a llegar a Nueva York y formar parte del laboratorio del Nobel Torsten Wiesel. Los dos años de beca fueron muy importantes para prepararme y competir por otras convocatorias», explica el investigador vigués José Manuel Alonso, que obtuvo el reconocimiento hace catorce años y que aún continúa en Norteamérica, ahora como director del laboratorio de Neurociencia Visual de la Universidad de Nueva York (Sunny).

El químico de Cee Juan Blanco Canosa, ahora investigador Ramón y Cajal en el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona, tuvo su oportunidad entre el 2006 y el 2008 en el Scripps Research Institute de San Diego, uno de los centros mundiales de mayor prestigio en su área. Y tampoco la desaprovechó. «Evidentemente -asegura-, si tienes esta beca te abre puertas a nivel científico, porque es un programa reconocido y de prestigio internacional. Me ayudó mucho». Blanco se pasó luego otros dos años en el MIT con una beca Marie Curie de la Unión Europea antes de regresar a España.

«Abre la mente»

La Fulbrigth fue, tanto para Alonso como para Blanco, un paso muy importante en su carrera. Y lo mismo espera que le pueda suponer María Santos Fernández, una ingeniera industrial por la Universidade de Vigo, de 23 años, que en agosto cogerá las maletas para realizar durante dos años un máster en robótica en la Georgia Tech de Atlanta, institución que ella misma pudo escoger por su prestigio en el área. «Yo creo que sí, que después de mi estancia me permitirá acceder a un centro internacional de primer nivel o a una empresa», explica la joven de Caldas. A su juicio, una de las grandes ventajas del programa es que «te están pagando por estudiar en las mejores universidades del mundo».

Pero los estudios no lo son todo. Otro de los puntos fuertes de la beca, según destacan Alonso y Blanco, es que ayuda a los beneficiarios a integrarse en los destinos y facilita el contacto con otros becarios de las más variadas disciplinas, lo que permite a los becarios madurar y formarse también como personas. «La experiencia sirve para abrir la mente, ser generoso y tener acceso a una gran riqueza intelectual», resalta Juan Díaz-Andreu, el presidente de la Asociación de Ex-Becarios J. W. Fulbright de España.

Pero el problema, a veces, es el regreso a España, que en los últimos años no ha sabido captar el talento formado en EE.UU. «Allí aprendemos para aplicar luego este conocimiento en nuestros países, pero no todos pueden hacerlo», se lamenta Blanco Canosa.