Larga vida al chiringuito

SOCIEDAD

De izquierda a derecha, Silvia, las hermanas Sara y María con su madre, Mari Carmen; Carolina, Álvaro y Marina.
De izquierda a derecha, Silvia, las hermanas Sara y María con su madre, Mari Carmen; Carolina, Álvaro y Marina. i.r.< / span>

Quioscos históricos como el Moisés de O Espiñeiro aguantan el tirón en agosto

30 ago 2013 . Actualizado a las 15:58 h.

La ilusión de Moisés Souto Torres era su quiosco de la playa de O Espiñeiro, situada al final (o al principio, según se mire) de la siempre espectacular A Lanzada. Souto, que era el socio sesenta del Villalonga Fútbol Club, murió en noviembre del 2011 y dejó huérfano uno de los chiringuitos clásicos del sur de Galicia. Las mujeres de la familia, Mari Carmen Rosal -su vuida- y sus hijas María y Sara, pensaron que el mejor homenaje que podían hacerle a su padre era continuar con la labor de refrescar y alimentar a los veraneantes, como llevan haciendo desde 1986.

Negocio familiar

«Xullo foi frouxo, pero en agosto non nos podemos queixar», cuenta María, que es ahora la que lleva las riendas de un establecimiento que, en realidad, es un verdadero restaurante de campaña estival.

En los días punta, en el chiringuito de Moisés pueden trabajar hasta diez personas, muchas de la familia. María gobierna la cocina; su madre, ese armario metálico que, en realidad, tiene dentro un asador de pollos, el producto con más salida. Sara, la otra hija de Moisés, está al frente de la intendencia de la parte de atrás y los demás se reparten entre la barra y las mesas. «Levamos fama de que a Sanxenxo veñen os madrileños -dice María-, e é certo, pero tamén os de aquí». Además del pollo, de la cocina de campaña salen sin descanso raciones de paella, churrasco, pimientos o sardinas, producto este último muy demandado. ¿Y están los tiempos para chiringuitos? María Souto explica que es cierto que la cosa ya no es lo que fue, que la gente mira cada vez más el precio y que si quieres seguir teniendo éxito no puedes, bajo ningún concepto, pasarte al cobrar. La caseta en la que los Souto Rosal trabajan desde junio a mediados de septiembre tiene unos siete años y sustituyó al viejo quiosco que fundó Moisés en 1986. «A meu pai seguro que lle gustaría ver que seguimos aí, traballando, como sempre fixemos. Vai por el», dice María.