Con forro polar en la sartén gallega

SOCIEDAD

Los empleados de Cárnicas Milucho pasan agosto en Ourense entre 10 y -28 grados

15 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Mientras la mayoría de sus convecinos viven con un ojo vigilando el termómetro y otro buscando la siguiente sombra de la calle en la que refugiarse, en Ourense, una de las ciudades españolas que le ha tomado el gusto a encabezar la lista de las temperaturas máximas cada verano, un grupo de privilegiados pasan su jornada laboral con calcetines altos, camiseta interior, chaleco térmico o sudadera polar. Eso sí, todo oculto bajo la bata blanca que es preceptiva en su tarea. Son trabajadores de la empresa Cárnicas Milucho y más concretamente de su nave de despiece, embutido y envasado, ubicada en Barra de Miño.

La primera sensación al traspasar la puerta desde el sofocante exterior es de alivio, pero solo es necesario medio minuto para reparar en que la sonriente Iria, que nos da la bienvenida tras el ventanal de la zona administrativa, lleva puesta una sudadera y sobre ella un jersey de lana. Pensamos que quizá la chaquetita que nos llevamos por precaución y ahora tenemos bajo la bata que nos obligan a colocarnos, va a ser insuficiente. «Yo vengo más abrigada, pero ya veréis que dentro la mayoría prefieren la bata de manga corta», nos comenta.

En la sala de despiece de carne de vacuno el aparato electrónico encargado de que la temperatura no alcance nunca los 12 grados marca 9. Pio Cid Suárez, de 54 años y con 28 de trayectoria en la empresa, nos explica que nunca ha pillado un catarro. «Como estás en movimiento, no tienes frío en los brazos», detalla mientras entra en una de las cámaras de conservación a buscar una pieza sin ofrecer la más pequeña pista de que ha notado la diferencia térmica. El jefe le mira. «Yo eso no puedo hacerlo; si tengo que entrar en una cámara me tengo que poner por encima un chaleco», cuenta Emilio González. «Pues yo pasaba más frío cuando estuve en la carnicería de la plaza de abastos», le rebate Antonio Rodríguez asomándose desde la zona de envasado. Es otro de los que ha superado los 50 y más de dos décadas de veteranía en la empresa.

En la sala de despiece de pollo está trabajando Michael García. El tono de su piel y el cuello alto de un chaleco que le asoma bajo la bata, lo delatan. Su medio natural no es precisamente el frío. «Soy de El Salvador, y allí la temperatura media está entre 27 y 30 grados todo el año; pero ya me he acostumbrado y lo bueno es que aquí siempre es igual y en invierno hay días que se agradece entrar tanto como en verano», narra este joven que lleva ya cinco años en la firma ourensana.

Emilio sigue guiándonos por las salas de la empresa, pero al llegar a una puerta nos advierte: «Quedaros ahí». Es una cámara enorme, marca -18 grados, y un aire gélido sale hacia nuestros pies. De vuelta a la calle, el calor asfixiante se percibe ahora como una cálida caricia primaveral. Estamos entumecidos.